viernes

UN MINUTO PARA REZAR, UN SEGUNDO PARA MORIR


UN MINUTO PER PREGARE...UN INSTANTE PER MORIRE Italia, 1969 DURACION 118 Min.
Director: Franco Giraldi
Guión: Louis Garfinkle, Ugo Liberatore, Albert Band
Fotografía: Aiace Parolin
Música: Carlo Rustichelli
Intérpretes: Alex Cord, Arthur Kennedy, Robert Ryan, Enzo Fiermonte, Renato Romano, Franco Lantieri, Giampiero Albertini, Mario Brega.

Película dirigida en 1968 por Franco Giraldi (”Sugar Colt”, “Siete pistolas para los McGregor”, “Siete mujeres para los McGregor") que supuso su última contribución al spaghetti western con la que parece quiso hacer algo diferente tanto en cuanto a la trama como al personaje principal de la misma, y para lo que contó con un buen libreto de tres de los cinco guionistas que habían escrito el de “Los despiadados” el año anterior (otro spaghetti que se alejaba de los temas más característicos de este subgénero).

Clay McCord es uno de los más famosos pistoleros de Nuevo Méjico al que han puesto precio por su cabeza, en concreto 10.000 dólares. Cada vez más acosado por los representantes de la ley y por los cazadores de recompensas y aquejado por una dolencia que amenaza con dejarle paralítico, se planteará acogerse a la amnistía promulgada por el gobernador del Estado. Pero para ello no sólo deberá enfrentarse a sus propias reticencias, sino también a un sheriff corrupto de Tascosa que no está de acuerdo con esta política y al líder de los bandidos de la región que se han refugiado en un pueblo de las montañas llamado Escondido.

Así pues el film aborda el tema, pocas veces visto en este subgénero, de la reinserción en la sociedad de hombres violentos (asesinos, forajidos) que han hecho de su habilidad con las armas su medio de vida. Además lo hace desde un enfoque bastante original ya que el protagonista no se plantea abandonar su vida por cuestiones éticas sino porque las circunstancias le están obligando y se encuentra en una situación límite, ya que si se agrava su dolencia, que le provoca la parálisis del brazo derecho, estaría a merced de cualquier inexperto pistolero; así en ningún momento va a mostrar el más mínimo arrepentimiento sobre la conducta que ha mantenido hasta ese momento e incluso, consciente de las dificultades que podría tener una vez conseguido el indulto, no se conformará con los cincuenta dólares prometidos por el gobernador sino que exigirá la suma de cinco mil.

Por tanto nos encontramos ante un personaje negativo con el que resultaría difícil identificarse si no fuera porque el inteligente guión nos describe un mundo violento, feroz y hostil habitado por seres más crueles y despiadados que el propio protagonista: la comunidad de Escondido (una especie de refugio para los bandidos que remite a “Encubridora” de Fritz Lang) está muy lejos de la visión un tanto idílica e influida por los movimientos sociales de finales de los sesenta que nos mostró Sergio Sollima en “Cara a Cara”, ya que aquí nos encontramos que está controlada de forma despótica por el líder, Krant, hasta el punto de que es él el que dicta las normas y decide sobre la vida y la muerte de los miembros sin que se ponga en duda su poder y sus decisiones; los cazadores de recompensas se muestran como seres despreciables y amorales que se aprovechan de la ley para enriquecerse asesinando a otros hombres (en este sentido cobran gran importancia la escena en la que dos cazadores de recompensas acaban, tras torturarlo, con a un sacerdote, y uno de ellos le dice al otro: “Esto no me gusta. Matar curas no es negocio. No valen nada” y el comportamiento, como si fueran dos buitres que me recordó a los de “Grupo salvaje”, de dos de ellos en la escena final); incluso aquellos que deben velar por el cumplimiento de la ley como es el sheriff de Tascosa, llevados por su odio, deciden incumplirla potenciando la caza del hombre a través de seres repugnantes o impidiendo que les lleguen alimentos a los forajidos de Escondido aunque esto suponga matarlos de hambre. Pocas veces (recuerdo, por ejemplo, “El gran silencio” o “Una cuerda y un colt”) he visto reflejado con tanta crudeza un mundo tan desolador y cruel.

El otro elemento curioso del film es sin duda el protagonista, un hombre enfermo cuya dolencia, que remite a la de Cole Thornton en “El Dorado”, aunque aquí se explota su lado más trágico, le hace por momentos arrastrarse infringiéndole un dolor tanto físico como mental, ya que a través de varios flashbacks sabremos que su padre murió de epilepsia (causa de que sufriera el desprecio y la burla de sus vecinos y de que se lanzará una vida de delincuencia al acabar con ellos) y que él teme haber heredado la enfermedad de su progenitor. Esta dolencia, además, le convierte, frente al típico protagonista casi invencible de los spaghettis, en un antihéroe vulnerable e, incluso, por momentos inerme.

Para dar vida a este complejo personaje se escogió a un actor norteamericano, Alex Cord (había participado dos años antes en el remake de “La diligencia” dirigido por Gordon Douglas, demostrando que daba perfectamente la imagen de vaquero) que hace un buen trabajo como McCord, transmitiendo con corrección las características de este complejo personaje fruto, en gran parte, de su trágico pasado: su fragilidad, su codicia, su carácter violento, sus miedos. Un individuo que, además, parece atraer a la muerte allí donde va.

Junto a él, en uno de los grandes aciertos del film, dos grandes veteranos de Hollywood que en su día se especializaron en roles negativos: un gran Robert Ryan (“Los profesionales”, “Grupo salvaje”), que les gana la partida a sus compañeros en las escenas en las que interviene y con cuya aparición gana muchísimo la película, da vida al bienintencionado gobernador de Nuevo Méjico; y un convincente Arthur Kennedy (“Horizontes lejanos”, “El hombre de Laramie”) en el rol de Colby, el Marshall de Tascosa que se opone a aplicar la amnistía decretada por el gobernador. Además aparecen habituales de este subgénero que se muestran a un gran nivel (prueba de una buena e inusual labor de dirección con los actores) como Mario Brega en el papel de Krant el dictatorial líder de Escondido que teme que la decisión de acogerse a la amnistía por parte de McCord haga efecto en más forajidos y ello suponga la pérdida de su poder; Nicoletta Maquiavelo que aporta su belleza en el único papel femenino destacable para protagonizar una, para mí, poco convincente historia de amor; José Manuel Martín en un pequeño papel como uno de los hombres de Krant que le sirve, no obstante, para protagonizar una gran escena; Aldo Sambrell, Antonio Molino Rojo y José Canalejas como los salvajes cazarrecompensas; Paco Sanz en el rol del barbero de Escondido que también se luce en otra gran escena que recuerda a una muy famosa de "Los largos días de la venganza"; Daniel Martín como un sacerdote amigo del protagonista o Lorenzo Robledo que da vida a otro hombre de Krant.

Como aspectos no tan afortunados del film señalaría el comienzo un tanto errático y dubitativo, la dirección de Franco Giraldi que, aunque consigue buenas escenas (sobre todo las de acción), me parece inferior a la historia que narra, y la banda sonora de Carlo Rustichelli, que cuenta con un buen tema de corte melancólico adecuado para resaltar el pesimismo del film pero que se repite en exceso, mientras que el resto de temas me han parecido muy flojos. (TEXTO 800 SW).

ROBERT RYAN

Robert Ryan fue un actor de cine norteamericano principalmente conocido por sus apariciones en la gran pantalla durante los años cuarenta y cincuenta. Reconocible por su rostro estriado, sembró un gran éxito entre crítica y público gracias a sus interpretaciones de villano y tipo duro en cintas como 'Encrucijada de odios' o 'Grupo salvaje'.

Robert Ryan nació el 11 de noviembre de 1909 en Chicago, EE.UU. Durante su paso por el ejército americano sirvió en el cuerpo de Marines como sargento de instrucción, revelándose como un portentoso boxeador.Su 1,93 de altura y su atlético físico pronto llamarían la atención de la industria cinematográfica, donde comenzó abriéndose paso de la mano de la Paramount. En 1947 le llegó el reconocimiento definitivo, gracias a un papel por el que recibiría su única nominación al Oscar. 'Encrucijada de odios', dirigida por Edward Dmytryk le abrió las puertas de la fama y le dio la oportunidad de trabajar codo con codo con los más reconocidos directores y actores del momento.

Jean Renoir, Jacques Tourneur o Max Ophuls fueron algunos de los primeros cineastas en ofrecerle un papel en sus cintas 'Una mujer en la playa', 'Berlín Express' y 'Atrapados', respectivamente. Asimismo, en 'Nadie podrá vencerme', dirigida por Robert Wise, Robert Ryan firmó una notable interpretación de un púgil, rememorando su época en el ring.
La década de los 50 sería igualmente exitosa para el actor; que continuó con su imparable carrera junto a los más grandes de la pantalla. Así, realizó bajo la batuta de Nicholas Ray el drama bélico 'Infierno en las nubes', con John Wayne como partenaire; 'Encuentro en la noche', de Fritz Lang o junto a Raoul Walsh, 'Los implacables', entre otras notables películas.

Tras unos años de vértigo, su presencia en los cines se redujo; aunque siguió apareciendo en grandes producciones como 'Rey de Reyes', 'Los profesionales', donde quedó eclipsado por sus compañeros Burt Lancaster y Lee Marvin, 'El día más largo', 'La batalla de las Ardenas' o 'Grupo salvaje', de Sam Peckinpah. Robert Ryan fue siempre un hombre de creencias pacifistas y participó activamente por la mejora de los derechos civiles y contra las armas nucleares; aunque pasó a la historia del cine por interpretar a personajes sádicos, racistas y malévolos. Este actor falleció prematuramente el 11 de julio de 1973, a causa de un cáncer de pulmón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario