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sábado

DUELO DE TITANES


Título original: Gunfight At The O.K. Corral
Año: 1957
País: EE.UU.
Dirección: John Sturges
Intérpretes: Burt Lancaster, Kirk Douglas, Rhonda Fleming, Jo Van Fleet, Dennis Hopper, John Ireland, Lyle Bettger, Frank Faylen, Earl Holliman

Wyatt Earp (Burt Lancaster) es el sheriff de Dodge City. Doc Holliday (Kirk Douglas) es un antiguo dentista que maneja como nadie las pistolas, pero que ha abandonado su profesión debido a su afición por el juego. Debido a las circunstancias diarias del salvaje oeste, Earp salva la vida de Doc, y de esta manera se convierten en unos amigos inseparables. Entretanto, el malvado Clanton y su temible banda están haciendo de las suyas en Dodge City, y Earp necesitará de la ayuda de Doc para detenerle. Doc, por supuesto, no dudará un instante en empuñar las pistolas para ayudar a su amigo y, de paso, jugarse la vida en una emocionante aventura.

Un título clásico del western, más que por su calidad o por su aportación al género, por el duelo interpretativo de sus dos magníficos protagonistas. Lancaster y Douglas coinciden en sus excelentes cualidades para la faceta dinámica y expansiva de la actuación, que contagian enseguida al espectador. Una película con mucha acción y enfrentamientos clásicos, que cuenta con los mejores ingredientes del género y la valiosa banda musical de Dimitri Tiomkin

miércoles

ODIO POR ODIO


Odio por odio (Odio per odio )
1967
Italia
Director: Domenico Paolella
Reparto: Antonio Sabato, John Ireland, Mirko Ellis, Nadia Marconi, Gloria Milland, Piero Vida, Fernando Sancho, Gianni Di Benedetto, Antonio Iranzo, Bruno Arie, Dony Baster, Mario De Simone, Alba Gallotti, Osvaldo Genazzani, Luigi Perelli, Emilio Sancho, Sergio Scarchilli
Guión: Mario Amendola, Bruno Corbucci, Fernando Di Leo, Domenico Paolella
Fotografía: Giovanni Bergamini, Alejandro Ulloa
Música: Willy Brezza

Producción italiana del año 1967 de Italo Zingarelli, productor ligado al cine de género europeo y especialmente al peplum y al spaghetti con las dos entregas de Trinidad en su haber, dirigida por Domenico Paolella, un veterano realizador que dio sus primeros pasos en el cine a finales de los años treinta para especializarse durante la década de los sesenta en películas de aventuras de bajo presupuesto al servicio de actores tan característicos de este género en Europa como el ex Tarzán Lex Barker o, entre otros, los culturistas norteamericanos Mark Forrest-Maciste y Peter Lupus-Hércules (conocido posteriormente por su participación en la serie “Misión imposible”), terminando por rodar en la década siguiente típicos filmes de explotación, en su versión nunexploitation, tan característicos como “Historia de una monja de clausura” y “Escándalo en el convento”, ambas de 1973.

Para la ocasión contó como actor principal con el canadiense John Ireland, veterano interprete que, tras participar a comienzos de los sesenta en dos superproducciones de Samuel Bronston filmadas en España: “55 días en Pekín” (Nicholas Ray, 1963) en el rol de un sargento norteamericano y “La caída del imperio romano” (Anthony Mann, 1964) en la que daba vida a un jefe bárbaro, se convertiría en un asiduo del cine europeo con especial incidencia en el spaghetti (solamente en 1968 intervino en siete westerns).

SINOPSIS: James Cooper, un veterano ladrón de bancos condenado a cadena perpetua, conoce en prisión a Miguel, un escultor y buscador de oro temporal, al que encarga que se ocupe de su familia. Pero tras escapar comprueba que tanto su mujer como su hija han sido secuestradas por Moxon, un antiguo socio que le traicionó, que además persigue el oro de Miguel, por lo que el destino de ambos amigos quedará dramáticamente ligado.

La película parte de un prometedor guión que, con una mayor hondura de lo habitual en este subgénero (no en vano entre los escritores se encuentra Fernando Di Leo, uno de los grandes guionistas de cine de género en Europa), desarrolla en paralelo dos historias que se entrecruzan a lo largo del largometraje para fusionarse en el último tercio.

Por una parte tenemos la más convencional protagonizada por Miguel, un mejicano soñador que pretende convertirse en un gran escultor para lo que decide ir a Nueva York, y por otra la mucho más interesante y cargada de connotaciones morales referente a Cooper, un viejo bandido que sueña retirarse con el producto de su último golpe.

El resultado es una película irregular y desequilibrada en la que además cobra, para mi gusto, excesivo protagonismo la parte, más ligera, correspondiente a Miguel, en detrimento de la historia, más grave, de Cooper.

Tampoco ayuda la dirección un tanto farragosa de Paolella que, por momentos, da la sensación de no saber traducir en imágenes el guión, por otra parte algo enrevesado, lo que da lugar a un filme desordenado, confuso, sobre todo respecto a la subtrama del oro codiciado por Moxon, difícil de seguir en buena parte de su metraje, con ambas historias mal ensambladas (tuve la sensación durante parte del metraje de estar viendo dos películas diferentes) y con un ritmo desigual, que sólo remonta con la presencia en la pantalla de un maravilloso John Ireland que, además, protagoniza las mejores escenas de la película (los dos reencuentros con su mujer, aquella en la que aquejado por la malaria toma quinina o el final del filme) pero al que el propio director parece, incomprensiblemente para mí, dar menos importancia que al personaje interpretado por Ernesto Sabato.

La irregularidad del largometraje se extiende a su banda sonora compuesta por Willy Breza, ya que junto con un buen y melancólico tema principal con el que se suele identificar al personaje de Cooper que se escucha con diversas variaciones, incluido una con arreglos a lo Morricone, aparece otro de corte festivo bastante cansino y, para mí, muy poco apropiado en relación con la historia narrada.

Sin duda una de las grandes bazas del filme fue contar con John Ireland que hace una interpretación sentida de Cooper, un bandido a la vieja usanza cansado de su vida que anhela un cambio en la misma pero al que el destino le negará cualquier posibilidad de reinserción. Desde el comienzo con el asalto al banco, en el que su socio asesina a sangre fría y sin su consentimiento a los tres empleados del mismo, se introduce la idea del carácter trágico y maldito de su persona. Circunstancia que se corroborará a lo largo de la película al presentarnos a un Cooper superado en todo momento por las circunstancias (su detención debida a una traición, el secuestro de su familia por Moxon), lo que le obligará a actuar en función de éstas, impidiéndole retomar las riendas de su vida.

Además, da la sensación de que este interesantísimo personaje fue fuente de inspiración para la creación, al año siguiente, de otros dos. Por una parte, el Mason (interpretado por Gilbert Roland) de la ya comentada en este blog “Los profesionales del oro”, con el que Fernando Di Leo retomaba la idea de su enfermedad (ambos personajes padecen de malaria lo que les lleva a estar inermes en determinadas situaciones); y ,por otra, a Ralph, al que también dio vida Ireland, en “Cuanto cuesta morir” (también reseñada), un viejo pistolero cansado y avergonzado de su pasado que, al igual que Cooper, oculta su verdadera identidad a su hijo el cual ni tan siquiera sabe que es su verdadero progenitor.

Junto al veterano pistolero, y siguiendo la costumbre del western clásico de combinar un actor consagrado con una joven promesa, nos encontramos a Miguel, interpretado por Ernesto Sabato, un joven soñador e idealista que le sirve de contrapunto. El problema radica en que, a pesar de que para mi gusto nos ofrece una interpretación superior a las de “Más allá de la ley” y “Llego, veo y disparo” (ambas con sus respectivas reseñas), no está a la altura del actor canadiense por lo que se produce un nuevo desequilibrio.

En papeles secundarios aparecen la “marchentiana” y envejecida para la ocasión Gloria Milland dando vida a María, la sufrida esposa de Cooper; el gran Fernando Sancho que se limita a estar en el intranscendente rol de Coyote, una especie de mafioso que controla las explotaciones de oro en Stone Canyon, tiene capacidad para corromper a los jueces y cuya presencia en la película no entendí; y un tan sólo aceptable Mirko Ellis como Maxon, antiguo socio de Cooper y causante de sus desgracias.

En resumen, un spaghetti con un punto de partida interesante y un personaje principal de gran potencial pero con un desarrollo embarullado y decepcionante. (TEXTO 800 SW)


lunes

CUANTO CUESTA MORIR


Cuanto cuesta morir (Quanto costa morire)
1968
Italia/Francia
Director: Sergio Merolle
Guión: Biagio Proietti,
Fotografía: Benito Frattari
Música: Francesco De Masi

Reparto:
Andrea Giordana, John Ireland, Bruno Corazzari, Raymond Pellegrin, Sergio Scarchilli, Claudio Scarchilli, Giovanni Petrucci, Fulvio Pellegrino, Mireille Granelli, Ruggero Cressa, Betsy Bell, Giuseppe Altamura.

SINOPSIS: Scaife, Ralph y su grupo de cuatreros tras asesinar a unos cowboys y adueñarse de su ganado buscan refugiarse del crudo invierno en un pueblo. El sheriff del mismo, antiguo amigo de Ralph, ante los posibles desmanes de los pistoleros decide hacerles frente junto con un pequeño grupo entre los que se encuentra Tony, su hijo adoptivo y verdadero vástago de Ralph. Tras asesinar al sheriff, Scaife someterá a los acobardados habitantes a todo tipo de humillaciones y vejaciones, pero Tony escapará y se convertirá, con el apoyo de Ralph, en el necesario líder que dirigirá la revuelta contra Scaife.
Este spaghetti realizado en régimen de coproducción entre Francia e Italia supuso la única incursión tras la cámara de Sergio Merolle, un profesional vinculado a las labores de producción (“La batalla de Argel”, “Dos menos uno tres”, “Queimada”) y, constituye, para mí, un claro ejemplo de cómo el talento y la imaginación a veces se sobreponen a la falta de presupuesto. Para ello, junto con el prácticamente también debutante guionista Biagio Proietti, concibió un western de atmósfera claustrofóbica (ya que, a modo de un microcosmos, toda la acción se desarrolla prácticamente en el pueblo y sus alrededores, en los que se encuentran atrapados por el invierno los cuatreros y los habitantes del mismo) y trágica, que constituye un claro antecedente de la obra maestra de Sergio Corbucci, “El gran silencio” (ambos filmes se rodaron el mismo año pero, por lo que he leído, éste fue estrenado en septiembre y el de Corbucci en noviembre) no sólo por la atípica geografía para el spaghetti en la que tiene lugar la historia (los nevados parajes del Parque Nacional de los Abruzzo) sino también por el halo dramático y pesimista del film y por el personaje del malvado Scaife que, por su brutalidad y sadismo, remite necesariamente al de Tigrero interpretado por Kinski.

El filme cuenta con una doble lectura:
Más superficial como un western basado en el enfrentamiento de unos cuatreros con los pacíficos habitantes de un pueblo.
Más profunda e interesante ya que la historia puede entenderse como una crítica a los totalitarismos sufridos recientemente en Europa, como el nazismo (cuya cara más terrible fueron los lager) o con el poco conocido genocidio del campesinado ucraniano perpetrado por Stalin en la década de los treinta del siglo XX. Así el personaje de Scaife constituiría una metáfora de estos grandes dictadores (afirmará en un momento dado que “Los que se resisten son un problema técnico que acabo matando”) ya que a través del poder obtenido mediante la fuerza, la violencia y el miedo (practicará ejecuciones sumarísimas y públicas con una clara finalidad ejemplarizante) esclavizará a la población, sometiéndola a todo tipo de vejaciones y trabajos forzados a través de los cuales perderán, además de su libertad, su dignidad y su propia condición de seres humanos, por lo que a partir de ese momento, y al igual que las bestias, sólo sobrevivirán los útiles (Scaife en un momento dado llega a afirmar “Este pueblo es mío. Me pagaréis y viviréis sólo porque os necesito”).

Esta segunda lectura le sirve al director también para reflexionar sobre la violencia y su uso justificado en determinadas circunstancias, puesto que la libertad no nos es dada sino que hay que conquistarla y el precio a pagar por ella puede ser muy caro. El problema es que nos presenta una visión pesimista del ser humano caracterizado por su cobardía y su estulticia que le lleva a aceptar situaciones aberrantes y a ser incapaz de enfrentarse contra los que le tiranizan, de ahí la importancia de los líderes, en este caso encarnado por Tony, individuos llamados a dirigir la resistencia contra la opresión y a liberar a la comunidad sometida. Pero no sólo el fondo del western es muy interesante sino que formalmente es una película muy cuidada, lo que se aprecia en los distintos planos y secuencias, algunas de ellas magníficas por su sutileza (aquella en la que con sólo una mirada Scaife se da cuenta de la existencia de una antigua relación entre Ralph y el sheriff), por su concisión (el duelo final entre los dos maduros pistoleros es espléndido y rodado de forma breve al estilo clásico; ya que el director, frente a tanto enfrentamiento cansino imitador de los rodados por Leone con abundantes planos cortos de caras, colts, ojos y manos mientras suena un tema que enfatiza la acción, sólo necesita de dos planos que en perspectiva enfocan a los contendientes), por su inusual, para este género, poesía (preciosa la escena de la despedida entre el sheriff y su hijo adoptivo con la cámara paseándose y enfocando la estancia vacía), por su planificación (el excelente y realista tiroteo final) o por su inesperada violencia (el western arranca con una gran secuencia muda en la que un individuo se acerca a cuatro cowboys, desmonta del caballo, se quita despacio un guante y, sin mediar palabra, los acribilla a balazos).

Otros elementos muy positivos son la labor de Benito Frattari que no sólo saca gran partido a los espectaculares exteriores nevados bellamente fotografiados sino que hace un gran trabajo en la iluminación de los interiores, destacando algunos preciosos planos a contraluz; y la magnífica banda sonora de Francesco de Massi con un estupendo y triste tema principal, “Who is that man?”, cantado por Raoul que, con diversas variaciones, se repite aumentando la carga dramática del film.

Por lo que respecta a los actores, la película está protagonizada por Andrea Giordana (un actor que se prodigó poco en este subgénero pero, por lo que estoy viendo, parecía escoger muy bien sus filmes ya que también protagonizó la estupenda “Johnny el Vengador” y “El desesperado”, película que no he visto pero de la que tengo muy buenas referencias) que da vida a Tony, el necesario líder de la revuelta, y da la réplica perfectamente a John Ireland (veterano y sólido actor de Hollywood con películas en su haber tan destacadas como “Río Rojo”, “El político”, “Duelo de titanes” o “Espartaco”) que en esta ocasión encarna a Ralph, el verdadero padre de Tony, un individuo que superado por las circunstancias se convirtió en un pistolero y arrastra toda la amargura de esta situación por lo que intentará redimirse adiestrando en el manejo de las armas a su hijo para que acabe con Scaife, pero al mismo tiempo teme que Tony se convierta en lo que es él, un sanguinario pistolero, por lo que intentará que se olvide de sentimientos como la venganza ya que, en sus propias palabras, “La venganza no sirve. Termina siempre con la muerte”, con el objeto de que se convierta en el hombre que los habitantes del pueblo necesitan para liberarse de la tiranía y sólo con ese fin utilice la violencia. Junto a ellos, un gran Raymond Pellegrin hace una estupenda composición como el humanista (para él “Los hombres deben ayudarse”) y trágico sheriff que decide enfrentarse a Scaife aunque sabe que este hecho supondrá su muerte (extraordinaria la dramática escena en la que Scaife obliga a los habitantes del pueblo a ver su agonía) y Bruno Corazzani sobresaliente como Scaife, uno de los grandes malos de este subgénero, un ser amoral, cruel, sanguinario y violento que convierte su palabra en ley y se sirve de los hombres como si fueran animales esclavizándolos mediante la utilización de la fuerza.
En cuanto a los aspectos negativos, muy pocos para mí, destacaría algún error de raccord (el ataque del pequeño grupo del sheriff a los hombres de Scaife es nocturno pero cuando éste persigue a aquél se ha hecho milagrosamente de día) o la aparición de personajes desaprovechados, como la hija del sheriff, que creo tenían una gran potencialidad dramática pero desaparece a mitad de la película.
Como curiosidad comentaros que la canción del film es la misma que aparece en “Dos cruces en Danger Pass”.

En definitiva un poco conocido, excelente, sombrío, realista (las peleas, por ejemplo, están muy bien rodadas y no se alargan en exceso) y amargo spaghetti a reivindicar, y que todo aficionado a este subgénero creo que debería ver.

viernes

DUELO DE TITANES


Título original
Gunfight at the OK Corral
Año 1957
Duración 122 min.
País Estados Unidos
Director John Sturges
Guión Leon M. Uris (Artículo: George Scullin)
Música Dimitri Tiomkin
Fotografía Charles Lang Jr.

Reparto
Burt Lancaster, Kirk Douglas, Rhonda Fleming, Kate Fisher, Jo Van Fleet, John Hudson, John Ireland, Lee Van Cleef, Kenneth Tobey, Earl Holliman, DeForest Kelley, Dennis Hopper, Jack Elam

Sinopsis
Wyatt Earp, el sheriff de Dodge City, se encuentra de nuevo con John "Doc" Holliday, un jugador borracho y tuberculoso a quien salvó la vida en una ocasión. Juntos tendrán que enfrentarse a la banda de los Clanton, una poderosa familia que tiene atemorizado a todo el pueblo.

John Sturges reunió a Burt Lancaster y Kirk Douglas, por aquel entonces en las cimas de sus carreras. Dos actores que entre ellos poseían una química única y que trabajaron juntos en no no pocas ocasiones. El director, que por aquellos años contaba en sus films con numerosas estrellas y característicos de primer orden, se sustenta sobre todo en las dos magníficas composiciones de ambos actores, logrando alejarles de las composiciones de Fonda y Mature, a pesar de ser los mismos personajes. Por otro lado se trata de uno de lo westerns más ambiciosos de su director, con una historia digamos más compleja o densa que el resto de sus incursiones en el género, abarcando más aspectos de los que aparenta a simple vista.

Una vez más en el cine de Sturges, este enfrenta a dos personajes antagónicos, distintas caras de la misma moneda. Lo que sería buena parte del esqueleto argumental de algunos westerns ya comentados en este ciclo —caso de ‘Desafío en la ciudad muerta’ (‘The Law and Jake Wade’, 1958) o ‘El último tren de Gun Hill’ (‘Last Train From Gun Hill’, 1959)— cobra aquí una mayor relevancia si cabe, dando la oportunidad de lucirse a dos monstruos como Douglas y Lancaster, que poco a poco matizan y visten sus personajes hasta unirlos en el espléndido clímax del film, el cual recoge el mítico duelo en la que probablemente sea la versión más espectacular de todas. Wyat Earp y Doc Holliday están del mismo lado de la justicia pero no de la ley. Earp representa la inquebrantable e incorruptible cara de la misma, siempre preocupado por hacer las cosas de la manera más correcta posible hasta que las circunstancias no le dejan otra opción. Lancaster con su porte casi señorial y su típica intensidad es el actor perfecto para el rol.

Doc Holliday, personaje más complejo, es el outsider, un hombre que busca continuamente enfrentarse a la muerte, presa de una tos maldita que poco a poco está acabando con él. El eterno solitario e incomprendido que incluso se desprecia a sí mismo, buscando en cada enfrentamiento con cada hombre que quiere matarle a aquel que ose liberarlo para siempre de su eterna pena. Menos idealista, con los pies en el suelo y el corazón aún más abajo, no quiere sentir apego por nada ni nadie, aunque el amor llame a su puerta en el rol que borda Jo Van Fleet, una perdedora que lucha con todas las armas posibles —incluida la más peligrosa, los celos— por retener a Holliday a su lado. Ambos se odian y aman al mismo tiempo, y se necesitan más de lo que el médico tuberculoso quiere reconocer. Douglas, también muy intenso, construye de forma modélica su rol, transmitiendo muy bien su proceso de autodestrucción.

‘Duelo de titanes’ posee tres actos perfectamente diferenciables y que corresponden a los tres pueblos en los que Earp ejerce como sheriff y que concluye en Tombstone, lugar donde tiene lugar el fatídico duelo. Hasta llegar a ese comentado clímax, los personajes centrales van acercándose cada vez más, conociéndose el uno al otro mientras nace un profundo respeto entre ambos. Earp y Holliday conforman la figura del héroe del oeste, complementándose el uno al otro, mientras de fondo unas notas de tragedia griega, sobre todo en lo que concierne al personaje de Holliday, visten un western que es algo más, mucho más, que un excelente relato violento de acción. A lo largo del mismo se mantiene cierta tensión, casi imperceptible, que explota en el tramo final, una set piece que por derecho propio forma parte de la antología de los duelos del género.

Y quizá más que nunca en una de sus películas, Sturges baña su film con un halo de amargura bien visible en sus últimos minutos. En una imagen que se repetiría hasta la saciedad, Earp tira su estrella de sheriff convencido al fin de que en determinados momentos la ley simplemente no llega. Y la marcha final en busca de su amor —papel a cargo de Rhonda Fleming—, mientras deja a Holliday atrás —aceptando con más claridad su destino— no es para nada un final feliz, más bien una cabalgada hacia un futuro incierto. Pocas veces la melancolía de la que a veces se tiñe el western fue narrada con tanto vigor.

Sturges realizaría una continuación titulada ‘La hora de las pistolas’ (‘Hour of the Gun’, 1967), con James Garner en el papel de Earp y Jason Robards en el de Holliday, pero no obtendría el mismo éxito y reconocimiento que esta.

KIRK DOUGLAS

Issur Danilovich Demsky, de nombre artístico Kirk Douglas (Ámsterdam, del Estado de Nueva York, 9 de diciembre de 1916), es un actor y productor de cine estadounidense. Entre sus papeles en el cine destacan su interpretación del pintor Van Gogh en El loco del pelo rojo y Espartaco, de Stanley Kubrick. Por su extensa y reconocida carrera, recibió un premio Oscar honorífico en 1996. El también actor Michael Douglas es hijo suyo. Sus padres eran judíos bielorrusos, origen que le produjo inconvenientes por la influencia del Macarthismo dentro y fuera de su profesión. Desde pequeño destacó en los deportes, en especial en lucha libre, desarrollando su físico, y en las funciones de actor, donde gustaba tanto dirigir como actuar.

Se graduó en letras en la Universidad de St. Lawrence. Después marchó a Nueva York, donde consiguió una beca en la Academia Norteamericana de Arte Dramático, lugar en el que permaneció hasta 1939, con 23 años de edad. En 1941 debutó, gracias a Lauren Bacall (que entonces iniciaba su carrera), en los escenarios teatrales de Broadway, pero luego fue llamado al servicio militar en la Armada de los Estados Unidos, que cumplió en 1942-1943, durante la Segunda Guerra Mundial, para después regresar a Broadway. Al ser licenciado con honores, volvió a Nueva York y en casa de una amiga hojeó una revista de modelos, donde aparecía una hermosa modelo y actriz llamada Diana Dill, la cual acabaría por ser su esposa en 1943, y con la que tendría dos hijos: Michael Douglas y Joel. En 1947, a los 30 años de edad, y ya con una cierta fama cosechada en Broadway, Lewis Milestone le propone como primer actor en el film El extraño amor de Martha Ivers, donde se revela como un actor de carácter. En 1949 interpreta a un boxeador en la película El ídolo de barro, de M. Robson, donde por su realista interpretación es nominado al Óscar al mejor actor.

Kirk se hizo conocido por su temperamental carácter y sus ideas de izquierdas, que le granjearon enemistades dentro de la alta cúpula de Hollywood. En 1951, Diana Douglas solicitó el divorcio a Kirk Douglas, debido a las incontables infidelidades del actor, que eran además públicas. No obstante, siempre mantuvieron una excelente relación amistosa y él le concedió a ella una pensión acomodada. En 1954 Douglas se casa por segunda vez con Anne Buydens, quien le da otros dos hijos. Fue nominado en tres ocasiones para un premio Óscar de la Academia, aunque nunca lo ganó debido a sus tendencias izquierdistas conocidas; sin embargo, fue galardonado en 1996 con un Oscar honorífico por sus 50 años de dedicación a la industria del cine. Muchos filmes que realizó son épicos, pero la más famosa y destacable es su actuación en Espartaco, de Stanley Kubrick, junto con las no menos magistrales actuaciones de Peter Ustinov, Charles Laughton y Jean Simmons. Las interpretaciones de Kirk Douglas son intensas y convincentes. Otra de sus famosas actuaciones y para la que fue nominado para Mejor Actor por tercera vez fue en El loco del pelo rojo, donde caracteriza al pintor Vincent Van Gogh y donde actuó Anthony Quinn. Curiosamente, Quinn sí ganó la estatuilla, como Mejor Actor secundario, por unos pocos minutos de actuación; ese fue un golpe bajo para Douglas.

Su fama es comparable a la de actores como Sir Laurence Olivier y Anthony Quinn. Dio a cada uno de sus filmes una marca distintiva donde la fuerza de sus actuaciones daba a cada film un renombre. Además codirigió varias películas y sostuvo un singular pleito con Stanley Kubrick por la producción de algunas de sus películas, lo que le restó fuerza en Hollywood y de hecho le sesgó en todas las nominaciones a premios. Intervino tanto en comedias como en dramas y ha encarnado personajes duros pero de fondo muy vulnerable: El ídolo de barro (M. Robson, 1949), Brigada 21 (W. Wyler, 1951), Cautivos del mal (V. Minnelli, 1952), Otra ciudad, otra ley (J. Kanew, 1986), Oscar (J. Landis, 1991), Diamonds (1999). Ha participado en numerosas producciones para televisión y en 1988 publicó su autobiografía (El hijo del trapero). Es uno de los actores más longevos de Hollywood. En 1991 sobrevivió a un accidente en helicóptero en el que fallecieron dos personas. En 1994 le sobrevino una trombosis leve que le provocó serios problemas psicomotores (paraplejia). A pesar de ello, habitualmente se le ve junto a su hijo Michael Douglas en algunos eventos del medio.

FILMOGRAFIA WESTERN

Camino de la horca (Along the Great Divide) (1951), de Raoul Walsh.
La ley de la fuerza (The Big Trees) (1952), de Felix Feist.
Río de sangre (The Big Sky) (1952), de Howard Hawks.
La pradera sin ley (Man Without a Star) (1955), de King Vidor.
Pacto de honor (The Indian Fighter) (1955), de Andre de Toth.
Duelo de titanes (Gunfight at the O.K. Corral) (1957), de John Sturges.
El último tren de Gun Hill (Last Train from Gun Hill) (1959), de John Sturges.
El último atardecer (The Last Sunset) (1961), de Robert Aldrich.
Los valientes andan solos (Lonely Are the Brave) (1962), de David Miller.
Camino de Oregón (The Way West) (1967), de Andrew V. McLaglen.
Ataque al carro blindado (The War Wagon) (1967), de Burt Kennedy.
El día de los tramposos (There Was a Crooked Man...) (1970), de Joseph L. Mankiewicz
El gran duelo (A Gunfight) (1971), de Lamont Johnson.
Los justicieros del Oeste (Posse) (1975), de él mismo.
Cactus Jack (The Villain) (1979), de Hal Needham.
El hombre de río Nevado (The Man From Snowy River) (1982), de George Miller.