lunes

SIN PERDON


Título original
Unforgiven
Año
1992
Duración
126 min.
País
Estados Unidos
Director
Clint Eastwood
Guion
David Webb Peoples
Música
Lennie Niehaus
Fotografía
Jack N. Green
Reparto
Clint Eastwood, Gene Hackman, Morgan Freeman, Richard Harris, Jaimz Woolvett, Saul Rubinek, Frances Fisher, Anna Thomson (AKA Anna Levine), Anthony James
Productora
Warner Bros. Pictures / Malpaso Company

A mediados de los años 70 un guionista poco conocido por aquel entonces, David Webb Peoples —años más tarde conocido por el guión de ‘Blade Runner’ (id, Ridley Scott, 1982)—, escribió el guión de ‘Sin perdón’ influenciado sobre todo por el visionado de una de las obras maestras de Martin Scorsese, ‘Taxi Driver’ (id, 1976) y por la lectura de la novela ‘The Shootist’, obra de Glendon Swarthout, que conocería una adaptación de la mano de Don Siegel protagonizada por John Wayne, ‘El último pistolero’ (‘The Shootist’, 1976). Hay que apuntar que dicho film guarda no pocos parecidos con el que nos ocupa, por cuanto también narra las últimas andanzas de un viejo pistolero que sólo busca acabar sus días con algo de dignidad. El primero en interesarse por el libreto fue Francis Ford Coppola, que pensó en Gene Hackman para interpretarlo, pero por una razón u otra fue retrasándolo hasta que expiró su opción de compra.

Eso ocurrió en 1983, tras el rodaje de ‘Impacto súbito’ (‘Sudden Impact’, Clint Eastwood, 1983), cuando el famoso actor, aconsejado por Sonia Chernus —guionista del mejor western de Eastwood, ‘El fuera de la ley’ (‘The Outlaw Josey Wales’, 1976)—, se fijó en el mismo y enseguida se dio cuenta de que era lo que siempre había estado buscando. Pero en lugar de ponerse rápidamente a filmarlo, hizo algo que muy pocos se atreven a hacer por voluntad propia: esperar durante casi diez años a tener la edad adecuada para interpretar a William Munny. De esta forma el proyecto maduró en la cabeza de Eastwood, e incluso dirigió otro western en el proceso de espera, ‘El jinete pálido’ (‘Pale Rider’, 1985).

La historia nos presenta a William Munny, un antiguo pistolero que ahora vive con sus dos hijos pequeños alejado de todo mal, aunque en condiciones precarias. La relación con su mujer Claudia, fallecida a la temprana edad de 29 años, hizo que Munny se apartase del mal camino que llevaba convirtiéndose en un hombre de bien. Pero la leyenda hace que alguien siempre esté interesado en rescatarla del olvido. Munny recibe la visita de un joven atrevido, Schofield Kid, que quiere pedirle ayuda para matar a dos hombres que rajaron la cara a una prostituta y no recibieron castigo por ello. La recompensa de 1.000 dólares que hay convence a Munny de volver a las andadas, aunque las cosas ya no son tan fáciles como entonces. Con Schofield y un antiguo socio, Ned Logan, partirán a implantar ¿justicia?
La desmitificación del western

Uno de los últimos rótulos de ‘Sin perdón’ es un conciso “dedicated to Sergio and Don”. Evidentemente se refiere a Sergio Leone, con quien hizo la mítica trilogía del dólar, y Don Siegel, con quien hizo cinco películas —si contamos la ópera prima de Eastwood, seis—, y de quien aprendió prácticamente todo lo que sabe de dirección. Estos dos autores navegan por las imágenes del film, pero menos de lo esperado. Nombres como John Ford —la contenida lírica del relato—, Sam Peckinpah —el héroe crepuscular condenado a un fatal destino—, John Huston —el perdedor—, o William A. Wellman —una vez más ‘Incidente en Ox-Bow’ (‘The Ox-Bow Incident’, 1943) se vislumbra en su obra— están más presentes que los dos antes mencionados, pero dichas influencias están asimiladas como debe ser. Insertadas inteligentemente en la historia no ahogan ni por un instante el estilo de Eastwood, fusión de clasicismo y modernidad que ningún otro director posee en la actualidad.

‘Sin perdón’ parece una continuación de los temas planteados por el propio Eastwood dentro del género del western, de Ford que en los años 60 nos ofreció su visión crepuscular del género con la imprescindible ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ (‘The Man Who Shot Liberty Valance’, 1962), y de Peckinpah, que con su mirada violenta descompuso la épica de un mundo en extinción, el de los viejos pistoleros que deben adaptarse a los nuevos tiempos. William Munny, a quien Eastwood arrastra literalmente por el suelo infinidad de veces, o le hace caer de su caballo, bien podría ser una extensión de Josey Wales, con quien termina de emparejarlo tras el enfrentamiento final en el bar. El biógrafo le pregunta cómo eligió el orden para matar a los cinco hombres que se enfrentaban a él. La respuesta de Munny es una evolución lógica a la respuesta que da Wales en ‘El fuera de la ley’ en una situación parecida.

La figura del biógrafo remite directamente al citado film de John Ford, en el que la leyenda quedaba más bonita que la realidad. W.W. Beauchamp (Saul Rubinek) también busca la leyenda en la historias, por lo que éstas son recordadas, pero su periplo le llevará hasta el mismísimo centro de la realidad, comprobando que ésta es mucho más cruel y triste que todo lo ya no escrito, sino imaginado. Será testigo directo del último acto horrendo de William Munny, el asesino de mujeres y niños, cuya transformación en el relato sigue una lógica interna. Tras once años apartado del alcohol, el principal motivo de su pasado violento, las armas o los caballos —en el film monta una yegua—, volverá a ser el que era antaño cuando le comuniquen la muerte de su amigo Ned y coja una botella de whisky de la que se pondrá a beber.

‘Sin perdón’ tiene un estructura casi circular, adornada con la historia paralela de Bob el inglés —sensacional y divertido Richard Harris—, un pistolero que ha acudido al pueblo atraído por la recompensa. Su enfrentamiento con Little Bill Daggett, el sheriff del pueblo, no sólo es un anticipo de lo que le espera a Munny y sus amigos, sino que sirve para vestir el personaje de Daggett, uno de los antagonistas más fascinantes que haya dado el cine en los últimos años. Gene Hackman, que se llevó un merecido Oscar por su interpretación, logra crear un personaje con múltiples aristas que va más allá de ser el típico villano de la función. Daggett es un hombre con un peculiar sentido de la justicia, y puede resultar tan temible —la paliza delante de todo el pueblo a Bob el inglés— como encantador por torpe —la penosa construcción de su casa—. Un rival a la altura de la leyenda de William Munny.

También nos habla de Ned Logan, quizá el único personaje positivo en un relato donde los buenos no son tan buenos ni los malos tan malos. Morgan Freeman, en su primera colaboración con Eastwood, transmite esa humanidad típica en muchos de sus personajes. Un hombre que ayuda a su amigo, pero llegado el momento de la verdad no puede disparar contra un hombre porque realmente él ya se ha reformado, ha dejado atrás de verdad su pasado violento. Schofiled Kid —un convincente Jaimz Woolvett— refleja la juventud, el ímpetu, la fanfarronería, tal vez lo que Logan y Munny fueron en sus tiempos jóvenes. El chico ayudará a Munny hasta que descubre por sí mismo que matar a un hombre puede ser algo fácil de hacer, pero muy duro de asimilar.

Hasta el clímax final, Eastwood alterna paisajes abiertos con escenas de una oscuridad casi extrema, en la que apenas pueden verse los rostros de los personajes. Poco a poco, las tinieblas van ganando a la luz en una historia cuyo clímax parece desarrollarse en el mismísimo infierno, fotografiado por un Jack N. Green en plena forma. En la famosa escena del bar, Munny aparecerá cual figura fantasmal, para llevar a cabo su venganza personal y demostrará la eficacia de la historia que instantes antes Daggett ha contado al biógrafo: un hombre tranquilo es el más peligroso en un tiroteo. La fotografía es más tenebrista que nunca, y Munny, que sabe que se verá con Daggett en el infierno, desaparece en medio de la lluvia no sin antes lanzar una advertencia de muerte y destrucción.

‘Sin perdón’ está delimitada por dos planos al más puro estilo John Ford —como si, a modo de homenaje, todo lo narrado por Eastwood no sobrepasase al más grande director de westerns que ha habido—. Un texto nos indica el pasado de Munny, y cómo una mujer le cambió la vida. Dicha mujer se llamaba Claudia, y su madre, que viajará hasta el último lugar de descanso de su hija, jamás llegará a entender por qué su única hija se casó con un hombre tan violento. Nadie conoce la verdadera cara de William Munny, sólo Claudia —pocas veces un personaje que no aparece físicamente en una película tuvo tanta presencia en una historia—, y el espectador.
Conclusión y curiosidad

Una obra maestra ya no sólo del western, sino del cine en general. Un Eastwood introspectivo que hizo las delicias de los críticos europeos, mientras que en Estados Unidos tenía un gran éxito de público y se alzaba como la vencedora en los Oscars entregados en 1993, siendo el tercer western en toda la historia que conseguía el premio a la mejor película, tras ‘Cimarrón’ (id, Wesley Ruggles, 1931) y ‘Balando con lobos’ (‘Dances with Wolves’, Kevin Costner, 1990).

El bello tema a guitarra que puede oírse a lo largo del film, ‘Claudia´s Theme’, fue compuesto por el propio Clint Eastwood. Está interpretado por Laurindo Almeida, excelente músico brasileño que colaboró en film de William A. Wellman —‘Good-bye, my Lady’ (id, 1956)— o Sam Peckinpah —‘Compañeros mortales’ (‘The Deadly Companions’, 1961)—, y contiene arreglos de Lennie Nieahus.

martes

SHANE FRENTE A WILSON


El magnífico duelo final de "Raíces profundas". Shane (Alan Ladd)y Wilson (Jack Palance), dos pistoleros de turbio pasado, se enfrentan en una sombría cantina de un puebo perdido en el Oeste.

Título original Shane
Año 1953
Duración 118 min.
País Estados Unidos
Director George Stevens
Guión A.B. Guthrie Jr. (Historia: Jack Schaefer)
Música Victor Young
Fotografía Loyal Griggs

Reparto
Alan Ladd, Jean Arthur, Van Heflin, Brandon De Wilde, Jack Palance, Ben Johnson, Edgar Buchanan, Elisha Cook Jr., John Dierkes, Emile Meyer

Sinopsis
Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un peligroso asesino a sueldo.

Shane, conocida en castellano con distintos nombres, según las diferentes áreas de difusión (El desconocido, Raíces profundas1 o Shane el desconocido),2 es una película estadounidense de 1953, dirigida por George Stevens, protagonizada por Alan Ladd en el papel principal y basada en la novela del mismo título de Jack Schaefer. Fue galardonada con el premio Oscar 1954 a la mejor fotografía en color y nominada a otros cinco. También recibió el premio NBR 1953 al mejor director. En 1993, Shane fue incluida entre los filmes que preserva el National Film Registry (Registro Nacional de Filmes) de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada «cultural, histórica o estéticamente significativa».

Shane, un pistolero errante, llega a una granja donde vive el matrimonio Starrett y su hijo. Al principio el matrimonio lo recibe de manera amable, dejándole que tome agua de su pozo, pero cuando ven que se acercan otros hombres a caballo creen que Shane es una avanzadilla de un grupo agresor, así que el marido, Joe Starrett, le obliga a irse apuntándole con el rifle con el que su hijo jugaba unos momentos antes. Shane se marcha sin buscar pelea, pero al poco tiempo regresa y con su sola presencia intimida a los jinetes. El tema central de la película es el clásico en el género western: la pugna entre un terrateniente que cree tener derecho a adueñarse de toda la tierra y modestos granjeros que se instalan y aparcelan pequeñas porciones de terreno; uno y otros se baten en una guerra por el derecho a la tierra. Además de este tema está el amor platónico que surge entre la señora Starrett y el apuesto pistolero, y la adoración que el pequeño Joey, el hijo de los Starrett, siente por éste.

Tras una secuela de vivencias, la escena culminante de la película es un duelo que enfrenta al terrateniente Rufus Ryker, a su hermano Morgan y a un temible pistolero que han contratado, que responde al nombre de Wilson, contra Shane. Tras un formidable duelo, en el que el hermano emboscado hiere a Shane, que se mueve gracias a la advertencia del pequeño Joey, Shane sale victorioso y abandona el pueblo, herido sobre su caballo, dejando la duda en el espectador de si va malherido o muerto, mientras el pequeño Joey se despide de él.

Las mejores películas son aquéllas por las que los años no pasan, o más concretamente, aquëllas que, como el buen vino, mejoran con el tiempo, y este es el caso de “Raíces profundas”, una joia cinematográfica que se ha convertido ya en un film mítico que ha merecido el homenaje de Clint Eastwood en “El jinete pálido”.
Desde la primera secuencia – ese maravilloso plano largo que nos muestra todo el valle y a Shane, a caballo, atravesándolo – hasta el último plano del jinete adentrándose en la noche, cada minuto es una muestra de dominio del género más americano de todos los géneros fílmicos, al que, sin embargo, Stevens consigue insuflar una frescura y profundidad inusuales en otras cintas de la época.
Nunca, de hecho, fue más pacifista una película del oeste, y nunca se nos había mostrado con tal crudeza y sinceridad la figura del pistolero hundido por el peso de la violencia y la injusticia – aunque sí es posible discernir algo de esa culpabilidad en el personaje que encarna Rusell Crowe en la mucho más actual “Rápida y mortal”. Nunca, hasta “Raíces profundas”, se nos había mostrado el pistolero en toda su humanidad.

Es de destacar una excelente tarea de montaje que nos ha legado algunos de los planos más perfectos producidos en el Hollywood de los años cincuenta, con detalles tan simples y efectivos a la vez como la sugerente imagen del niño que muerde su golosina con un característico cric que sirve para dar una apariencia de cómic a los puñetazos, o los planos medios que muestran sucesivamente a los granjeros después del funeral, en un momento decisivo del film.
Igualmente, cabe hacer referencia al magnífico equipo actoral, del que tal vez se desmarque el muchacho, Brandon van Wilde, cuya interpretación resulta algo postiza y poco natural. En cualquier caso, no hay duda de que nos hallamos ante uno de los mejores westerns jamás rodados, al que sólo un metraje algo excesivo y cierta lentitud de ritmo en algunas escenas logra desmejorar un poco.

ALAN LADD

Alan Ladd (Alan Walbridge Ladd: Hot Springs, de Arkansas, 3 de septiembre de 1913 – Palm Springs, de California, 29 de enero de 1964) fue un actor estadounidense de cine negro, cine bélico y western. Se hizo célebre por su talante poco expresivo en escena y por su corta estatura (alrededor de 1,65 m.). En la mayor parte de las películas que protagonizó incorporó o bien al típico héroe norteamericano o a algún malvado no exento de principios. En ocasiones aparecía como "Allan Ladd" en los créditos.

Ladd nació en Hot Springs, Arkansas, hijo de inmigrantes ingleses. Al principio de su carrera hacía pequeños papeles en el cine, como el de periodista en Ciudadano Kane, de Orson Welles (1941). Al año siguiente adquirió gran notoriedad por su papel de asesino sensible en This Gun for Hire (en España, Contratado para matar o El cuervo, 1942), junto a Veronica Lake. Al ser dicha actriz también menuda, los estudios reunieron a la pareja en otras producciones muy populares, como The Glass Key, The Blue Dahlia y Saigon. Es de señalar que el destino de ambos actores sería trágico.

A Ladd le llegó el estrellato por su papel de pistolero también entrañable en el western clásico Shane (en España, Raíces profundas, 1953), con Jean Arthur y Van Heflin. Ladd fue elegido 3 veces en la lista Quigley 10 de estrellas del año (años 1947, 1953 y 1954). En 1954 protagonizó, junto a Peter Cushing, Patrick Troughton y otros veteranos actores británicos, la película El caballero negro (The Black Knight), también británica, donde representó, cosa rara en él, a un bravucón caballero medieval. Desgraciadamente este trabajo fue oscurecido por el gran éxito cosechado con Raíces profundas. Ladd trabajó también en la radio, señaladamente en la serie Box 13, que se presentó de 1948 a 1949 y fue producida por la propia compañía del actor, Mayfair Productions.

Alan Ladd estuvo casado con su agente, la ex actriz de cine mudo Sue Carol. La actriz Jordan Ladd es su nieta. Con su primera esposa, Midge Harrold, tuvo un hijo, Alan Ladd, Jr., quien se hizo ejecutivo y productor cinematográfico, y fundó la Ladd Company. Otro hijo del actor, David Ladd, se casó con la actriz protagonista de la serie Los Ángeles de Charlie, Cheryl Ladd. Alan Ladd murió en Palm Springs (California), de una sobredosis de alcohol y barbitúricos, en 1964, a los 50 años, en lo que se ha considerado un probable suicidio. Fue inhumado en el Forest Lawn Memorial Park Cemetery, de Glendale, California.

FILMOGRAFIA

The Carpetbaggers, como Nevada Smith – 1964 (último film)
13 West Street, como Walt Sherill – 1962
Orazi e curiazi, Horatius – 1961
One Foot in Hell, Mitch – 1960
All the Young Men, Kincaid – 1960
Guns of the Timberland, Jim Hadley – 1960
The Man in the Net, John Hamilton -1959
The Badlanders, Peter Van Hoek – 1958
El rebelde orgulloso, The Proud Rebel, John Chandler – 1958
The Deep Six, Alec Austen – 1958
Boy on a Dolphin, Dr. James Calder – 1957
The Big Land, Chad Morgan – 1957
A Cry in the Night- 1956
Santiago (film), Cash Adams – 1956
The McConnell Story, Capt. Joseph C. McConnell, Jr. – 1955
Hell on Frisco Bay, Steve Rollins – 1955
Drum Beat, Johnny MacKay – 1954
The Black Knight, John – 1954
Saskatchewan, O’Rourke – 1954
Hell Below Zero, Duncan Craig – 1954
The Red Beret – 1953
Shane, Raíces profundas / Shane, el desconocido – 1953
Desert Legion, Paul Lartal – 1953
Botany Bay, Hugh Tallant – 1953
Thunder in the East, Steve Gibbs – 1952
The Iron Mistress, Jim Bowie – 1952
Red Mountain, Capt. Brett Sherwood – 1951
Appointment with Danger, Al Goddard – 1951
Branded, Choya – 1950
Captain Carey, U.S.A., Webster Carey – 1950
Chicago Deadline, Ed Adams – 1949
The Great Gatsby, Jay Gatsby – 1949
Eyes of Hollywood – 1949
Whispering Smith, Luke Smith – 1948
Beyond Glory, Capt. Rockwell Gilman – 1948
Saigon (film), Maj. Larry Briggs – 1948
Wild Harvest, Joe Madigan – 1947
Calcutta, Neale Gordon – 1947
My Favorite Brunette, Sam McCloud – 1947
O.S.S., Philip Masson/John Martin – 1946
The Blue Dahlia, Johnny Morrison – 1946
Two Years Before the Mast, Charles Stewart – 1946
Salty O'Rourke, Salty O’Rourke – 1945
And Now Tomorrow, Doctor Merek Vance – 1944
China, Mr. Jones – 1943
Letter from a Friend – 1943
Lucky Jordan, Lucky Jordan – 1942
The Glass Key, Ed Beaumont – 1942
This Gun for Hire, Philip Raven – 1942
Joan of Paris, Baby – 1942
Military Training – 1941
Cadet Girl – 1941
Great Guns – 1941
They Met in Bombay – 1941
The Reluctant Dragon – 1941
Paper Bullets – 1941




lunes

SOLO ANTE EL PELIGRO


Título original
High Noon
Año
1952
Duración
80 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
Fred Zinnemann
Guion
Carl Foreman
Música
Dimitri Tiomkin
Fotografía
Floyd Crosby (B&W)
Reparto
Gary Cooper, Grace Kelly, Thomas Mitchell, Lloyd Bridges, Katy Jurado, Lee Van Cleef, Otto Kruger, Lon Chaney Jr., Henry Morgan, Ian MacDonald
Productora
Stanley Kramer Productions

Dirigida por Fred Zinnemann, Sólo ante el peligro nos describe una situación narrada en tiempo real que nos va contagiando de la agonía del protagonista; planteándose hasta su clímax más que como un western como un film de suspense, en un puro estilo hitchcockiano.

Y es que Zinnemann se nos muestra como un maestro en el arte de manejar el tiempo en la narración. La precisión narrativa consigue que nos quedemos inmóviles ante un escenario marcado por el miedo y la muerte, que marca con agudeza la soledad de su personaje central, y que los permanentes planos del reloj nos incremente el sudor que compartimos junto al protagonista. En efecto, la sensación claustrofóbica, asfixiante y agónica que se desprende de ese marco silencioso, polvoriento y desolado, culmina con una desgarrada lucha interior entre el cumplimiento del deber y el instinto de conservación.

El protagonista se debate en un conflicto moral que Gary Cooper sabe demostrar con simples gestos (miradas dudosas, limpiándose el sudor provocado por el calor asfixiante,...). Los espectadores asistimos, con enorme tensión, a cada conversación, a cada intento de reclutar ayuda, mientras las manecillas del reloj nos van mostrando constantemente el tiempo restante hasta que el aciago tren llegue.

El kantiano sentido del deber, el tratar de imponer la ley y el orden en una comunidad de pusilánimes, en una comunidad paralizada por el miedo que ha perdido su sentido moral y capacidad de acción, muestra la tarea del héroe: afrontar con convicción y con valor las situaciones morales críticas.

Veintinueve años más tarde, Peter Hyams escribió y dirigió un remake en clave espacial de esta gran película, y el resultado fue una de las mejores películas de ciencia-ficción estrenadas en la década de los 80: Atmósfera cero.

SINOPSIS

El Sheriff Will Kane acaba de contraer matrimonio con Amy y prepara su marcha de Hadleyville, donde ha defendido la ley y el orden durante varios años. En ese momento recibe la noticia de que tres pistoleros esperan en la estación de tren de Frank Miller, un forajido que Kane ayudó a capturar hace años.

La ley ya no le obliga a intervenir, pero su sustituto aún no ha llegado y su conciencia le impulsa a hacerles frente. Consciente de la peligrosa amenaza que se presenta ante él, busca aliados en el pueblo, pero nadie acudirá en su ayuda. Hasta su mujer, que intenta persuadirle para que huya, terminará por abandonarle. El tiempo apremia y las posible soluciones se desvanecen. A la hora de la verdad, se encontrará completamente solo ante el peligro.

A través de esta película puede tratarse el tema de los distintos comportamien­tos morales, utilizando el planteamiento kantiano sobre el imperativo categórico y su distinción entre éticas materiales y formales. Otros conceptos que se pueden trabajar al hilo de la película son los de buena voluntad, deber y autonomía de la voluntad.

sábado

GRANDES FINALES: DJANGO


DJANGO
1966
Italia/España
Director: Sergio Corbucci.
Intérpretes: Franco Nero, Loredana Nusciak, José Bódalo, Eduardo Fajardo, Ángel Álvarez, Rafael Albaicin, Gino Pernice, Luciano Rossi, Jose Terron, Silvana Bacci, Simon Arriaga, Ivan Scratuglia, Erik Schippers, Jose Canalejas, Remo de Angelis, Rafael Vaquero, Guillermo Mendez.
Guión: Sergio y Bruno Corbucci.
Fotografía: Enzo Barboni.
Montaje: Nino Baragli y Sergio Montanari.
Música: Luis Enríquez Bacalov.
Productores: Sergio Corbucci y Manolo Bolognini.

SINOPSIS: Django es un enigmático pistolero que vaga sin rumbo arrastrando un ataúd y se enfrentará a dos facciones (un grupo de sudistas liderados por el Coronel Jackson y unos revolucionarios mejicanos a cuyo frente se encuentra el general Rodríguez) que se disputan el control de un pueblo semi abandonado situado en la frontera entre Méjico y los Estados Unidos.

Estamos ante un spaghetti que se convirtió en un film de culto entre los aficionados a este subgénero y fue fundamental para el desarrollo del western hecho en Europa. El largometraje comienza con un ataúd arrastrado por un hombre y termina con un plano de una cruz sobre la que se apoya un colt, entre ambas imágenes se nos cuenta una historia con marcadas connotaciones religiosas sobre el pecado, la culpa y la redención (el pistolero tras ser sometido a una brutal tortura se da cuenta de que se ha dejado llevar por la codicia y acaba lo que debió haber hecho mucho antes). Las referencias religiosas son numerosísimas: el héroe se comporta como un ángel exterminador que libra a los oprimidos, aunque sea buscando su propio beneficio, de un “ejército” extranjero (nos encontramos en un territorio fronterizo entre México y los EEUU); la primera persona a la que salva es una prostituta de nombre María que, cual María Magdalena, le será fiel durante todo el film; el protagonista será traicionado y torturado por aquellos a los que vino a liberar; el ejército extranjero está compuesto por cuarenta hombres, número mágico que se repite en las Escrituras; el dueño del saloon que le prestará ayuda tras haber sido torturado y protegerá a María se llama Nathaniel, nombre hebreo que significa algo así como regalo de Dios; son numerosas las referencias a la cruz y al fuego como elemento purificador de los pecados, etc.

Coproducción de 1966 con la que su director Sergio Corbucci, que había ya participado en otros dos eurowesterns (“Masacre en el Gran Cañon” y “Minessota Clay”) se convirtió en uno de los mayores representantes de este subgénero, al mismo tiempo que su protagonista Franco Nero, que había intervenido como actor secundario en algún film, paso a ser una de las mayores estrellas del western hecho en Europa. Además repetirían colaboración en otros dos proyectos fundamentales del primero: “Salario para matar” y “Los compañeros” ambas ambientadas en plena revolución mejicana y en las que Nero prácticamente repetía el mismo personaje de mercenario europeo.

El gran acierto del spaghetti, para mí, es que Corbucci lleva más lejos los postulados y hallazgos de Sergio Leone:
Al trasladar la acción de los soleados parajes de Almería a los embarrados paisajes de Madrid y alrededores (el film se rodó básicamente en Colmenar Viejo y La Pedriza) consigue potenciar la estética sucia, feista y desaliñada, mostrándonos a unos personajes que, con sus ropas ajadas y llenas de barro, se desplazan por auténticos lodazales. Y a esto hay que añadir un pueblo fantasma, decadente y semi abandonado en el que sólo permanecen el dueño del saloon y unas decrepitas prostitutas (la presentación de las mismas es sensacional).

Hay una mayor exaltación de la violencia. La película no es solamente uno de los spaghettis en los que hay más muertos, por lo menos de los que yo he visto, sino que se caracteriza por la crudeza, ya apuntada en su anterior western, de las escenas violentas: la flagelación a María, la presentación de Jackson en una especie de tiro al blanco con mejicanos, la famosa en la que el general Rodríguez, al que se nos muestra tan cruel y sádico como Jackson, le corta la oreja a uno de los hombres de Jackson y le obliga a comérsela (que inspiró a Tarantino para otra no menos famosa en su “Reservoir Dogs”) o aquella en la que el director se recrea mientras los hombres de Rodríguez fracturan las manos de Django (idea que retomaría en su, superior para mí, “El gran silencio”). Por lo que no es extraño que en 1966 tuviera problemas para ser estrenada en algunos países (en España se estrenó censurada y en Gran Bretaña no se pudo ver, por lo que he leído, hasta 1993)

Se potencian los rasgos característicos del antihéroe leoniano, así se incrementan su laconismo y su amoralidad (tanto el Hombre sin nombre como el Manco, a pesar de caracterizarse por su codicia, son capaces de llevar a cabo algún tipo de actuación que muestra cierta generosidad por su parte, mientras que aquí Django busca, casi hasta el final, su propio beneficio).

Por otra parte, Corbucci nos regala un puñado de escenas de gran impacto que, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los spaghettis, permanecen en la memoria:
-El comienzo con el protagonista arrastrando el ataúd (símbolo de un doloroso pasado) por el fango es hipnótico y te engancha al film, además de mostrarnos a un hombre que parece vagar sin un rumbo fijo.
-El enfrentamiento con los hombres de Jackson con Django sosteniendo la ametralladora es sensacional.
-El desenlace es portentoso y de una riqueza visual pocas veces superada en este subgénero, y en el mismo se nos muestra, por fin, a un héroe que en un supremo esfuerzo consigue regresar al camino recto abandonado por él mucho tiempo atrás.

Y a todo esto hay que añadir una sobresaliente labor de ambientación obra de uno de los más grandes profesionales de este subgénero, Carlo Simi y una estupenda banda sonora del argentino Luis Enriquez Bacalov que cuenta con una gran canción principal, de gran éxito en su época, repetida a lo largo del largometraje en distintas variaciones y una serie de acertados y variados temas incidentales, algunos de inspiración mejicana, bien insertados en la acción aunque lógicamente no están a la altura del principal.

En cuanto a las interpretaciones, Franco Nero creo que está magnífico como el letal pistolero de pocas palabras, porque ya se sabe que en un país donde “una palabra es poco y dos demasiado” hay que ser muy duro para poder sobrevivir. Junto a él Loredana Nusciak, mujer de gran belleza, encaja perfectamente en el papel de María la prostituta a la que salvará Django y será quien, con su actitud, consiga que éste se redima y dos estupendos secundarios que desarrollaron una fructífera carrera, con abundantes apariciones en este subgénero: Eduardo Fajardo como el cacique norteamericano y José Bódalo como el jefe de los bandoleros, dos seres que representan las dos caras de una misma moneda. Ambos cumplen con sus papeles, pero creo sinceramente que se les podía haber sacado más partido si se hubieran desarrollado algo más sus personajes que están bastante estereotipados, el primero como racista hombre del sur con un comportamiento cercano al del Ku Kus Klan, mientras que el segundo se nos presenta como un mejicano un tanto inculto, mujeriego y juerguista. Mención aparte creo que hay que hacer de Ángel Álvarez, otro de esos grandes secundarios del cine español, que está perfecto encarnando a Nathaniel.

Hasta aquí los que, para mí, son los aspectos positivos del film que explicarían la fama del mismo, pero creo, tras haberla visto tres veces en el último año, que donde flojea es en la propia historia (sospechosamente parecida a la de “Por un puñado de dólares”), así tras unos cuarenta minutos de ritmo trepidante y con una gran labor en la dirección de Corbucci, la película decae enormemente en la parte central aproximadamente a partir de la innecesaria escena de la pelea en el barro de las prostitutas y con la llegada de los bandoleros mejicanos, y ya no volverá a remontar hasta la portentosa escena del cementerio. En esta parte parece que la película va dando bandazos y la historia, además de perder credibilidad, se caracteriza por su indefinición. Incluso el trabajo de Corbucci se vuelve más rutinario.

Gracias a un amigo he podido ver la versión integra puesta a la venta en Argentina con una calidad de imagen muy superior a la edición bastante chapucera comercializada en su día por Filmax. A ver si de una vez toman ejemplo los distribuidores españoles.

En definitiva, y a pesar de sus imperfecciones que en todo caso creo que son menores que sus hallazgos, una película clave en la evolución del spaghetti western que resume como pocas las características estilísticas y temáticas de este subgénero. Imprescindible tanto para cualquier aficionado como para el que quiera comprender en qué consistió el western hecho en Europa.
(TEXTO 800 SW)

FRANCO NERO

Franco Nero, nacido Franco Sparanero (San Prospero, Parma, Italia 23 de noviembre de 1941) es un actor de cine italiano.

Pese a que si se hiciera una encuesta sobre el mejor actor del Spaghetti western, seguramente el gran publico elegiría a Clint Eastwood, Lee Van Cleef o a Eli Wallach, si la encuesta fuera solo con los verdaderos amantes del genero, podría perfectamente salir Franco Nero. Y es que, pese a no haber trabajado con Leone, el actor italiano logró una filmografia bastante extendida y con títulos y actuaciones muy logradas, que le ha llevado con el paso de los años a ser uno de los preferidos de los cinéfilos más conocedores del spaghetti western.

Despúes de acabar la carrera de Economía en Milan, pronto dejó el frió mundo de los números y comenzó en el mundo del cine con pequeños papeles y como modelo.
En el año 1966, aparece en la mítica "Django", del director Sergio Corbucci, actuación con la que logró saltar a la fama. Su personaje marca una estética y un nombre que a partir de ese año fue santo y seña del genero.

Ese mismo año rueda tres westerns más, entre ellos la fenomenal "Adiós, Texas".
Pese a que sigue trabajando en muchos géneros y estilos, jamás abandona al spaghetti, y a lo largo de una década sigue participando en proyectos del western.

En el año 76, cuando ya la cosa estaba acabada, él se acerca a Castellari. Después de una primera película muy fallida, "Los locos del oro negro", ese mismo año protagoniza la excepcional "Keoma". Y es que Castellari, quizás sin saberlo siquiera, cierra el western europeo con dos películas-homenajes al mismo, cada una de un estilo muy definido, el western serio y sucio, de la primera mitad, y las auto-parodias llevadass al surrealismo del final del genero.

Y aún despues del fallecimiento "oficial" del spaghetti western en el 76, Nero sigue rodando algunos acercamientos al western, y hasta en el año 1987 se atreve con la segunda parte "oficial" de Django. En el 93, se vuelve a poner bajo las ordenes de Castellari para "Jonathan de los osos".
Y todavía nos enseña más, como por ejemplo "El Ultimo pistolero", un gran cortometraje del año 2002.

Aunque Nero comenzó en el spaghetti western, su carrera ha sido muy larga, actuando en más de 150 películas, y logrando muchos premios y grandes actuaciones.
Con más de 60 años, el gran actor continua en la cresta de la ola, trabajando sin parar.


Filmografía SW:

1966- Django /// Reseña Adicional
1966- Adiós, Texas
1966- Tiempo de matanza
1966- Las pistolas del Norte de Texas
1968- Salario para matar
1970- Los compañeros
1971- Viva la muerte...tuya
1972- El sordo Smith y Johnny Orejas ( Los amigos)
1973- Colmillo Blanco (Zanna Bianca)
1974- Ritorno di Zanna Bianca
1976- Los locos del oro negro
1976- Keoma /// Reseña Adicional
1987- Django 2: El gran retorno
1993- Jonathan de los osos
2002- El Ultimo pistolero (cortometraje)   (TEXTO 800 SW)

miércoles

ODIO POR ODIO


Odio por odio (Odio per odio )
1967
Italia
Director: Domenico Paolella
Reparto: Antonio Sabato, John Ireland, Mirko Ellis, Nadia Marconi, Gloria Milland, Piero Vida, Fernando Sancho, Gianni Di Benedetto, Antonio Iranzo, Bruno Arie, Dony Baster, Mario De Simone, Alba Gallotti, Osvaldo Genazzani, Luigi Perelli, Emilio Sancho, Sergio Scarchilli
Guión: Mario Amendola, Bruno Corbucci, Fernando Di Leo, Domenico Paolella
Fotografía: Giovanni Bergamini, Alejandro Ulloa
Música: Willy Brezza

Producción italiana del año 1967 de Italo Zingarelli, productor ligado al cine de género europeo y especialmente al peplum y al spaghetti con las dos entregas de Trinidad en su haber, dirigida por Domenico Paolella, un veterano realizador que dio sus primeros pasos en el cine a finales de los años treinta para especializarse durante la década de los sesenta en películas de aventuras de bajo presupuesto al servicio de actores tan característicos de este género en Europa como el ex Tarzán Lex Barker o, entre otros, los culturistas norteamericanos Mark Forrest-Maciste y Peter Lupus-Hércules (conocido posteriormente por su participación en la serie “Misión imposible”), terminando por rodar en la década siguiente típicos filmes de explotación, en su versión nunexploitation, tan característicos como “Historia de una monja de clausura” y “Escándalo en el convento”, ambas de 1973.

Para la ocasión contó como actor principal con el canadiense John Ireland, veterano interprete que, tras participar a comienzos de los sesenta en dos superproducciones de Samuel Bronston filmadas en España: “55 días en Pekín” (Nicholas Ray, 1963) en el rol de un sargento norteamericano y “La caída del imperio romano” (Anthony Mann, 1964) en la que daba vida a un jefe bárbaro, se convertiría en un asiduo del cine europeo con especial incidencia en el spaghetti (solamente en 1968 intervino en siete westerns).

SINOPSIS: James Cooper, un veterano ladrón de bancos condenado a cadena perpetua, conoce en prisión a Miguel, un escultor y buscador de oro temporal, al que encarga que se ocupe de su familia. Pero tras escapar comprueba que tanto su mujer como su hija han sido secuestradas por Moxon, un antiguo socio que le traicionó, que además persigue el oro de Miguel, por lo que el destino de ambos amigos quedará dramáticamente ligado.

La película parte de un prometedor guión que, con una mayor hondura de lo habitual en este subgénero (no en vano entre los escritores se encuentra Fernando Di Leo, uno de los grandes guionistas de cine de género en Europa), desarrolla en paralelo dos historias que se entrecruzan a lo largo del largometraje para fusionarse en el último tercio.

Por una parte tenemos la más convencional protagonizada por Miguel, un mejicano soñador que pretende convertirse en un gran escultor para lo que decide ir a Nueva York, y por otra la mucho más interesante y cargada de connotaciones morales referente a Cooper, un viejo bandido que sueña retirarse con el producto de su último golpe.

El resultado es una película irregular y desequilibrada en la que además cobra, para mi gusto, excesivo protagonismo la parte, más ligera, correspondiente a Miguel, en detrimento de la historia, más grave, de Cooper.

Tampoco ayuda la dirección un tanto farragosa de Paolella que, por momentos, da la sensación de no saber traducir en imágenes el guión, por otra parte algo enrevesado, lo que da lugar a un filme desordenado, confuso, sobre todo respecto a la subtrama del oro codiciado por Moxon, difícil de seguir en buena parte de su metraje, con ambas historias mal ensambladas (tuve la sensación durante parte del metraje de estar viendo dos películas diferentes) y con un ritmo desigual, que sólo remonta con la presencia en la pantalla de un maravilloso John Ireland que, además, protagoniza las mejores escenas de la película (los dos reencuentros con su mujer, aquella en la que aquejado por la malaria toma quinina o el final del filme) pero al que el propio director parece, incomprensiblemente para mí, dar menos importancia que al personaje interpretado por Ernesto Sabato.

La irregularidad del largometraje se extiende a su banda sonora compuesta por Willy Breza, ya que junto con un buen y melancólico tema principal con el que se suele identificar al personaje de Cooper que se escucha con diversas variaciones, incluido una con arreglos a lo Morricone, aparece otro de corte festivo bastante cansino y, para mí, muy poco apropiado en relación con la historia narrada.

Sin duda una de las grandes bazas del filme fue contar con John Ireland que hace una interpretación sentida de Cooper, un bandido a la vieja usanza cansado de su vida que anhela un cambio en la misma pero al que el destino le negará cualquier posibilidad de reinserción. Desde el comienzo con el asalto al banco, en el que su socio asesina a sangre fría y sin su consentimiento a los tres empleados del mismo, se introduce la idea del carácter trágico y maldito de su persona. Circunstancia que se corroborará a lo largo de la película al presentarnos a un Cooper superado en todo momento por las circunstancias (su detención debida a una traición, el secuestro de su familia por Moxon), lo que le obligará a actuar en función de éstas, impidiéndole retomar las riendas de su vida.

Además, da la sensación de que este interesantísimo personaje fue fuente de inspiración para la creación, al año siguiente, de otros dos. Por una parte, el Mason (interpretado por Gilbert Roland) de la ya comentada en este blog “Los profesionales del oro”, con el que Fernando Di Leo retomaba la idea de su enfermedad (ambos personajes padecen de malaria lo que les lleva a estar inermes en determinadas situaciones); y ,por otra, a Ralph, al que también dio vida Ireland, en “Cuanto cuesta morir” (también reseñada), un viejo pistolero cansado y avergonzado de su pasado que, al igual que Cooper, oculta su verdadera identidad a su hijo el cual ni tan siquiera sabe que es su verdadero progenitor.

Junto al veterano pistolero, y siguiendo la costumbre del western clásico de combinar un actor consagrado con una joven promesa, nos encontramos a Miguel, interpretado por Ernesto Sabato, un joven soñador e idealista que le sirve de contrapunto. El problema radica en que, a pesar de que para mi gusto nos ofrece una interpretación superior a las de “Más allá de la ley” y “Llego, veo y disparo” (ambas con sus respectivas reseñas), no está a la altura del actor canadiense por lo que se produce un nuevo desequilibrio.

En papeles secundarios aparecen la “marchentiana” y envejecida para la ocasión Gloria Milland dando vida a María, la sufrida esposa de Cooper; el gran Fernando Sancho que se limita a estar en el intranscendente rol de Coyote, una especie de mafioso que controla las explotaciones de oro en Stone Canyon, tiene capacidad para corromper a los jueces y cuya presencia en la película no entendí; y un tan sólo aceptable Mirko Ellis como Maxon, antiguo socio de Cooper y causante de sus desgracias.

En resumen, un spaghetti con un punto de partida interesante y un personaje principal de gran potencial pero con un desarrollo embarullado y decepcionante. (TEXTO 800 SW)


jueves

PISTOLEROS


Título original
Gunfighters
Año
1947
Duración
87 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
George Waggner
Guion
Alan Le May (Novela: Zane Grey)
Música
Rudy Schrager
Fotografía
Fred Jackman Jr. (B&W)
Reparto
Randolph Scott, Barbara Britton, Bruce Cabot, Charley Grapewin, Steven Geray, Forrest Tucker, Charles Kemper, Grant Withers, John Miles, Griff Barnett, Dorothy Hart
Productora
Columbia Pictures

Sinopsis
Un pistolero llamado Brazos Kane hace la promesa de no volver a utilizar más las armas y decide marchar a trabajar a un rancho, sin embargo varios sucesos pondrán en peligro su promesa.

RANDOLPH SCOTT

George Randolph Scott (Condado de Orange, 23 de enero de 1898 - Beverly Hills, 2 de marzo de 1987) fue un actor estadounidense.

Biografía

Llegó a Hollywood en tiempos del cine mudo, en busca de fama, y avalado por su amistad con el magnate Howard Hughes, con quien había coincidido en la Universidad de Carolina del Norte, donde Randolph se había graduado como ingeniero textil. Comenzó a participar en algunas películas como figurante a finales de los años veinte. Tras su aparición en El virginiano' fue descubierto por los agentes de la Paramount, quienes le contrataron, con lo que comenzó a protagonizar películas, especialmente comedias románticas, dramas, películas de aventuras y algunos westerns. En los años treinta destaca sobre todo una serie de westerns dirigidos por Henry Hathaway y su papel de Ojo de Halcón en una versión de El último mohicano, de George B. Seitz.

En 1939, entre varias películas en las que intervino, destaca Tierra de audaces, de Henry King, en la que tiene un papel importante, siendo un honrado sheriff que persigue a los hermanos James, y su papel de Wyatt Earp en Sheriff de la frontera, del director Allan Dwan.

Durante los años 1930 hizo gran amistad con Cary Grant, con quien protagonizó Mi mujer favorita, junto a la gran amiga de ambos Irene Dunne, y con quien compartió una mansión hasta sus respectivos matrimonios, lo que dio lugar a muchas especulaciones sobre la orientación sexual de ambos. El prostituto Scotty Bowers afirmó en sus memorias publicadas en 2012, Full Service, que Scott y Grant mantenían una sólida relación sentimental y sexual.1 Sin embargo, el hijo adoptado de Scott, Christopher, desafió a los rumores. Tras la muerte de Scott, Christopher escribió un libro titulado Whatever Happened to Randolph Scott?, en el cual él rechaza rumores sobre la presunta homosexualidad de su padre. Budd Boetticher, el director más a menudo vinculado con el trabajo de Scott, dijo acerca de los rumores: "Mentira". (Aunque Boetticher no conoció a Scott hasta que el actor tenía 58 años).2 La insistencia de Grant de que no tenía "nada en contra de los gais, yo sólo no soy uno" se trata largamente en el libro de Peter Bogdanovich de ensayos sobre actores, Who the Hell's in It.

En los años 1940 su estrella no deja de crecer; se va especializando cada vez más en los westerns, sobre todo Senda siniestra, de George Marshall, Belle Starr, de Irving Cummings, y sobre todo Espíritu de conquista, del gran Fritz Lang. Además de los westerns es de destacar su participación en el clásico del cine de piratas El capitán Kidd', junto a Charles Laughton.

Pero sería en los años 1950, tras crear su propia productora, y colaborando con el director Budd Boetticher y el guionista Burt Kennedy, cuando alcanzaría la cúspide de su fama con varios westerns de bajo presupuesto pero llenos de autenticidad, como en Los Cautivos (1957).

En 1962 trabajaría en su última película, Duelo en la Alta Sierra', dirigida por Sam Peckinpah y coprotagonizada por otra estrella del western: Joel McCrea.

FILMOGRAFIA

1
Duelo en la Alta Sierra
1962 | Ride the High Country
2
Estación comanche
1960 | Comanche Station
3
Cabalgar en solitario
1959 | Ride Lonesome
4
Nacida en el Oeste
1959 | Westbound
5
Buchanan cabalga de nuevo
1958 | Buchanan Rides Alone
6
Shoot-Out at Medicine Bend
1957 | Shoot-Out at Medicine Bend
7
Cita en Sundown
1957 | Decision at Sundown
8
Los cautivos
1957 | The Tall T
9
Tras la pista de los asesinos
1956 | Seven Men from Now
10
El Séptimo de Caballería
1956 | 7th Cavalry
11
Diez forajidos
1955 | Ten Wanted Men
12
Una calle sin ley
1955 | A Lawless Street
13
Rabia interior
1955 | Rage at Dawn
14
El cazador de recompensas
1954 | The Bounty Hunter
15
El vigilante de la diligencia
1954 | Riding Shotgun
16
Era el comandante Callicut
1953 | The Man Behind the Gun
estrella
17
El forastero iba armado
1953 | The Stranger Wore a Gun
18
La última patrulla (1953)
1953 | Thunder Over the Plains
19
Carson City
1952 | Carson City
20
Los forasteros
1952 | Hangman's Knot
21
Santa Fe
1951 | Santa Fe
22
Sugarfoot
1951 | Sugarfoot
23
Lucha a muerte
1951 | Man in the Saddle
24
Fort Worth
1951 | Fort Worth
25
La ruta del caribú
1950 | The Cariboo Trail
26
Colt .45
1950 | Colt .45
27
El último hombre del valle
1949 | Fighting Man on the Plains
28
Canadian Pacific
1949 | Canadian Pacific
29
El retorno del bandolero
1948 | Return of the Bad Men
30
Albuquerque
1948 | Albuquerque
31
Pistoleros

CALIFORNIA


California
1977
Italia/España
Director: Michele Lupo
Reparto: Giuliano Gemma, William Berger, Raimund Harmstorf, Miguel Bose, Paola Bose, Chris Avram, Paola Dominguin,Robert Hundar, Romano Puppo, Malisa Longo, Dana Ghia, Ferdinando Murolo, Franco Ressel, Tom Felleghy, Diana Lorys.
Guión: Franco Bucceri, Roberto Leoni
Música: Gianni Ferrio

Tardío spaghetti de coproducción italo-española dirigido por Michelle Lupo en 1977, es decir cuando este subgénero estaba dando sus últimas bocanadas, que tenía muchas ganas de ver y me ha gustado bastante.

La Guerra de Secesión ha finalizado. Dos soldados confederados que se acaban de conocer, Michael y Willy, deciden compartir camino hasta llegar a su casa. Durante el viaje se encontrarán con un paisaje desolador, casi apocalíptico, en el que los antiguos soldados, abandonados a su suerte, intentan sobrevivir como pueden y son cazados por pistoleros que actúan con total impunidad buscando cobrar la recompensa que ofrecen por aquellos que han cometido algún tipo de delito, generalmente pequeños robos con el objeto de no morir de hambre. En un desafortunado enfrentamiento Willy es asesinado y Michael decide viajar hasta el rancho de los padres de éste para comunicarles la triste noticia. Allí será acogido como si fuese otro hijo y se enamorará de la hermana de Willy, pero el pasado siempre vuelve, en este caso bajo la forma de los brutales cazadores de recompensas.

La película se puede estructurar en dos partes:

En la primera y mejor para mí, que abarcaría desde el estupendo prólogo hasta la llegada de los cazadores de recompensas al pueblo de la familia Preston, nos cuenta cuál fue el resultado de la Guerra de Secesión para aquellos que se jugaron la vida por el bando que no venció y ahora son olvidados por ese Estado por el que combatieron. Me parece la parte más original de la película, sobre todo para un spaghetti, tanto por lo que cuenta (la derrota y sus consecuencias para la población derrotada, tanto militar como civil) como por la forma de contarlo caracterizada por un ritmo reposado y un tono melancólico, triste y pesimista que se ve reforzado por la gran fotografía de Alejandro Ulloa en la que predominan los tonos fríos (fundamentalmente los grises), por las localizaciones escogidas poco habituales en el spaghetti (paisajes brumosos, bosques y zonas encharcadas, y pueblos fantasmas) y por el tema principal compuesto por Gianni Ferrio cargado de tristeza y amargura a través del sonido predominante de la armónica.

Me gustó especialmente el magnífico prólogo, que se desarrolla en el fuerte, en el que se nos muestra la miseria de la guerra:

-Soldados muertos de hambre que se pelean ante la posibilidad de comer un gato.

-Grandes terratenientes (representantes del capitalismo más salvaje) que se aprovechan de la miseria y necesidad de los ex combatientes ofreciéndoles trabajo por lo que se vino a denominar el salario de hambre (les pagaban lo justo para que no muriesen), convirtiendo a estos ex soldados en los nuevos esclavos (la intención del director cuando la cámara enfoca a un sirviente negro creo que es muy clara).

-Cazadores de recompensas que alentados por el bando vencedor asesinan de forma impune a los desgraciados ex confederados que han osado robar comida para no morir de hambre.

La segunda parte, a partir del regreso de los cazadores de recompensas, me pareció más tópica al tratar el típico tema de la venganza. No obstante, de nuevo en esta parte se pone de manifiesto el cuidado que se puso en la realización del spaghetti ya que el rimo de la misma es mucho más dinámico, nos trasladamos a paisajes más propios del spaghetti como son los desiertos soleados, los temas musicales se caracterizan por un mayor ritmo con la utilización, básicamente, de instrumentos como el órgano o la guitarra e incluso, en algunas escenas, predominan tonos más cálidos.

Creo que hay que destacar la labor en la dirección de Michele Lupo caracterizada por su preocupación en la planificación de las escenas, obteniendo secuencias realmente buenas como la del estupendo prólogo ya citado, la de la muerte del desdichado Willy en el pueblo fantasma, aquella en la que Michael le comunica la muerte de Willy a sus padres o la realista y violenta pelea final.

Respecto al guión, obra entre otros de Nico Ducci y Mino Roli, autores también del de “Keoma” (película con la que tiene algún punto en común), me parece bastante acertado durante toda la primera parte, pero en la segunda hay varios giros que, para mí, estropean un poco en su conjunto la película (¿No hay otra forma de conocer la guarida del jefe de la banda que aliarse con él en un robo?).

En cuanto a los actores, creo que Guiliano Gemma (habitual en el cine de Lupo, tanto en spaghettis como en otros géneros) hace uno de sus mejores trabajos, por lo menos de los que haya visto, con un registro grave y contenido muy alejado de sus habituales interpretaciones de carácter más desenfadadas (me estoy acordando de sus Ringos o de Arizona Colt, por ejemplo) demostrando que, si se le daba un buen personaje, sabía hacer más cosas que sus típicas acrobacias y sonrisas. Junto a él, en un pequeño papel pero demostrando, por lo menos para mí, que era uno de los mejores y más versátiles actores del spaghetti, William Berger como el padre de Willy (está sensacional en la escena en la que le comunican la muerte de su hijo). La película cuenta también con parte del clan Dominguín-Bosé, Miguel en el papel del ingenuo, extrovertido y desafortunado Willy y Paola como su hermana, ambos, sin ser una maravilla, tienen un pasar, y con un casi irreconocible Robert Hundar como Eric Plumier, uno de los miembros más destacados de la banda de cazadores de recompensas. Pero, sin duda, el personaje que se queda en la memoria es el de Rope Whitaker, el despiadado jefe de la banda de cazadores de hombres, estupendamente interpretado por el actor de origen alemán Raimund Harmstorf, que desgraciadamente no se prodigó mucho en este subgénero (creo que tan sólo intervino en cinco).

En definitiva, para mí, un gran y original spaghetti, muy digno colofón de este subgénero al que, sin embargo, le perjudican los giros bastante forzados del guión en su parte final. (TEXTO 800 SW)

GIULIANO GEMMA

Giuliano Gemma (Roma-1938) es uno de los grandes actores del genero. Aparte de ser muy agraciado, Gemma era muy ágil, con lo cual podía hacer muchas piruetas y movimientos como vemos a lo largo de todas sus películas en el genero.
Pronto comenzó su estrellato en los spaghetti westerns, a raiz de protagonizar "Una pistola para Ringo", un personaje peculiar, que llegó a tener 3 películas más para el mismo personaje. Ringo era mucho mas divertido y risueño que la mayoría de los protagonistas de los SW de esa época, y eso hizo que destacara bastante. En solo dos años rodó 7 westerns más, aupado por la fama de su estreno.

Pero en el 67 consigue uno de sus mejores papeles en "El día de la ira", junto al gran Lee Van Cleef, en el que puede ser su mejor euro western. Siguió trabajando con asiduidad, hasta que en el 77 (ya con el genero acabando) rueda otra buena película, "California", que pone un buen punto y aparte en su periplo por las llanuras europeas.
Y digo punto y aparte porque en el 85 nos ofrece "Tex y el señor de los abismos", una adaptación de un personaje de tebeos, ambientado en el oeste.
(TEXTO 800 SW)

Filmografia SW:

1965- Una pistola para Ringo
1965- El Retorno de Ringo
1965- Un dólar agujereado
1965- Adíos, gringo
1966- Arizona Colt
1966- El hombre del sur
1967-Los largos días de la venganza
1967- Wanted
1967- El dia de la ira /// Reseña Adicional
1968- Por techo, las estrellas
1969- Vivos o preferiblemente muertos
1969- La muerte de un presidente
1972- Les llamaban y les llaman dos sinvergüenzas
1975- El blanco, el amarillo y el negro
1977- California /// Reseña Adicional
1978- Montura de plata (Sella d'argento)


miércoles

GRANDES DUELOS: LANCASTER-1


De la película Lawman (En nombre de la ley), el duelo de Burt Lancaster con el hijo del "malo" Lee J.Cobb, y el posterior disparo, por la espalda, a otro de sus secuaces.

Título original
Lawman
Año
1971
Duración
99 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
Michael Winner
Guion
Gerald Wilson
Música
Jerry Fielding
Fotografía
Bob Paynter
Reparto
Burt Lancaster, Robert Ryan, Lee J. Cobb, Sheree North, Joseph Wiseman, Robert Duvall, Albert Salmi, John McGiver, Richard Jordan
Productora
United Artists
Género
Western
Sinopsis
Jered Maddox, el inflexible sheriff de Bannock (Nuevo México), antepone el cumplimiento de la ley a cualquier otra consideración. En una ocasión, mientras escolta una caravana, algunos hombres borrachos matan a un anciano. Arrestarlos no será tarea fácil, ya que trabajan para Vincent Bronson, el cacique del lugar.

BURT LANCASTER

(Burton Stephen Lancaster; Nueva York, 1913 - Los Ángeles, 1994) Actor cinematográfico estadounidense. A los dieciséis años daba clases de gimnasia en la Universidad de Nueva York y de baloncesto en la Settlement House, mientras se entrenaba con el trapecista Nick Cravat, con el que, más tarde, formó pareja como saltimbanqui en dos películas memorables del género de aventuras, El halcón y la flecha y El temible burlón. En 1932, ambos formaron un número acrobático que recorrió el país de circo en circo (aunque, básicamente, en el Kay Brother Circus). Años después, durante la guerra, sirvieron en el Quinto Ejército, servicio especial, para el entretenimiento de las tropas que luchaban en ultramar.

Licenciado en 1946, regresó a Nueva York y, tras un breve paso por el teatro, fue descubierto por Mark Hellinger, quien le llevó a la Universal para interpretar, en la obra maestra de Robert Siodmak, Forajidos (1946), a un boxeador fracasado que se ve sorprendido en una intriga de muerte y seducido por los inestimables encantos de una Ava Gardner nunca tan guapa, embutida en un insinuante vestido de satén negro. Gracias a las interpretaciones que ambos hicieron de esos personajes malditos, que rezumaban erotismo por todos los poros, la película ingresó pronto en la mitología del cine negro.

Burt Lancaster siguió desenvolviéndose a las mil maravillas por la senda negra, asustando a Bárbara Stanwyck en un filme magnífico de Anatole Litvak, Voces de muerte (1948). En El abrazo de la muerte (1949), de Robert Siodmak, se vio abocado por el influjo de una mujer (Yvonne De Carlo) a participar en un golpe insensato, un atraco perfecto en un hipódromo, teniendo como cómplice precisamente al nuevo compañero de la mujer, un peligroso gángster, el siempre inquietante Dan Duryea. Lancaster volvió a encarnar a un hombre físicamente dotado pero sentimentalmente débil que acaba siendo manejado por una mujer (como en Forajidos), ofuscado por el amor o por el deseo sexual.

Inmediatamente, Lancaster interpretó el Dardo de El halcón y la flecha (1950), de Jacques Tourneur, y el pirata de El temible burlón (1952), de Robert Siodmak. En la primera, Lancaster se destapa como el aguerrido y risueño héroe italiano medieval que lucha por su hijo, por el amor de una Virginia Mayo (con los labios en Technicolor) y por la libertad de su tierra, Lombardía. En la segunda, es un gallardo pirata en una de las piezas clásicas del género de aventuras, por no decir del cine en general. En ambas tenía un viejo amigo para, entre mandoble, galanteo y caída de velas, guardarle las espaldas: su mudo compañero Nick Cravat.

En medio de estos dos clásicos, se fue por primera vez al oeste norteamericano de la mano, curiosamente, de un gran experto en la aventura, Richard Thorpe: El valle de la venganza (1951) fue en efecto su primer western. Pero volvió tres años más tarde con fuerza en dos magistrales muestras del género. Antes, en 1953, se dio el baño más famoso de la historia del cine, quizá porque lo hizo con una bellísima Deborah Kerr (encorsetada en un bañador atrevidísimo para la época) en el papel más erótico y seductor de toda su carrera: el que interpretó en el l filme De aquí a la eternidad, de Fred Zinnemann, que se convirtió en un éxito enorme y mereció ocho Oscar, incluido el de mejor película. Burt Lancaster impresionó con su sobria interpretación, lo que le valió el primer premio de la crítica de Nueva York y una candidatura para el Oscar.

Burt Lancaster fue, además, el primer actor de su generación que se dio cuenta a tiempo de la fragilidad del sistema de los grandes estudios y se lanzó a producir por su cuenta. Junto al célebre guionista Ben Hecht fundó en 1947 la Norma Production, que con la incorporación de James Hill pasaría a llamarse Hecht-Hill-Lancaster. Los frutos llegaron con Apache (1954), de Robert Aldrich (uno de los primeros alegatos en favor de la maltratada y exterminada raza india que contó con la magnífica interpretación de un Lancaster embetunado para la ocasión) y, sobre todo, en ese mismo año, con Veracruz, del mismo Aldrich.

Lancaster incorporaba a un personaje algo frustrado, un vividor con sonrisa asesina tan detestable como encantador; todo lo contrario que su compañero Gary Cooper, reflexivo, tranquilo, justo e imbuido de sus principios morales. No les quedó más remedio que vivir juntos las mismas aventuras, la misma epopeya, en un duelo interpretativo casi épico. La actriz española Sara Montiel lució su maravilloso físico entre estos dos monstruos de la pantalla.

Se lanzó a la dirección con El hombre de Kentucky (1955), que no aportó nada nuevo a su carrera; volvería a intentarlo, muchos años después, en El hombre de medianoche (1974), que corrió la misma suerte. También en 1955 aportó una soberbia tranquilidad a su personaje de despreocupado italiano en La rosa tatuada, de Daniel Mann, junto a Anna Magnani, según la obra homónima de Tennessee Williams. Viajó un año después a Europa para rememorar viejas acrobacias en Trapecio, de Carol Reed, una encantadora cinta de trapecistas que se lanzan en un triple salto mortal sin red. Estos temerarios del aire eran, aparte de Burt Lancaster, Tony Curtis y una maravillosa Gina Lollobrigida.

En 1957 regresó al género del Oeste interpretando al Wyatt Earp de Duelo de Titanes, de John Sturges, una nueva versión del viejo tema del enfrentamiento entre los Clanton y los Earp en O.K. Corral, ya llevado magistralmente al celuloide por John Ford en Pasión de los fuertes (1946). En esta ocasión, Dimitri Tiomkin compuso una pegadiza y original melodía que se hizo muy familiar. El Oscar le llegó con El fuego y la palabra (1960), de Richard Brooks, donde da vida de manera sublime, bajo la apariencia del altruismo y de la generosidad, a un falso evangelista que, con la bendición de la religión, manipula no sin un cierto regocijo a las masas crédulas y traumatizadas a través del mítico chantaje del infierno.

Con ¿Vencedores o vencidos? (1961), de Stanley Kramer, comenzó una serie de interpretaciones humanitarias y tiernas. Le siguió su alentador trabajo para El hombre de Alcatraz (1962) de John Frankenheimer, una interesante reconstrucción de la reconversión de un criminal en un ornitólogo de prestigio; y terminó con Ángeles sin paraíso (1963), una conmovedora película de John Cassavetes sobre los niños con problemas para relacionarse con los demás.

Ese mismo año marchó a Italia para ponerse a las órdenes de Luchino Visconti. Lancaster estuvo sublime como el Príncipe don Fabrizio Salina, en uno de los más bellos, frescos y románticos filmes de la historia: El Gatopardo, un verdadero clásico del cine histórico y político. Con Visconti, once años después, volvió a estar espléndido en Confidencias (1974). Lancaster se reencarnó en ese profesor envejecido, amante de la literatura y la pintura, que siente llegar la muerte, y que se debate entre angustias personales y el desencanto de tener que compartir lugar con jóvenes burgueses disolutos y desordenados, incapaces de sentir ni el arte ni la vida. En Italia participaría aún en otro título mítico, esta vez obra de Bernardo Bertolucci: Novecento (1976), que, como El Gatopardo y Confidencias, volvió a fracasar entre sus compatriotas.

A lo largo de los años setenta apareció en un filme que puso de moda los productos de catástrofes: Aeropuerto (1970), de George Seaton. Y, más tarde, en otro que ayudó a reforzar el género, El puente de Cassandra (George Pan Cosmatos, 1977). Ofreció una de sus mejores interpretaciones en La venganza de Ulzana (1972), un impresionante western de Robert Aldrich, e intervino también en la importante superproducción Amanecer Zulú (1979), de Douglas Hickox.

Su presencia fue requerida para tres filmes de culto en los años ochenta: Un tipo genial (1983), de Bill Forsyth, donde interpreta a un magnate obsesionado con contemplar una aurora boreal, por lo que pretende comprar todo un pueblo; La piel (1981), de Liliana Cavani; y Atlantic City (1980), de Louis Malle, por la que volvió a ser nominado al Oscar gracias a su memorable interpretación. Todavía en 1989 resultó todo un lujo volverle a ver en esa pequeña joya del cine que es Campo de sueños, de Phil Alden Robinson, interpretando a un doctor que ha tomado los caminos que la vida le ha ofrecido, pero que nunca ha olvidado lo que el Baseball había significado para él.

La carrera cinematográfica de Burt Lancaster ha atravesado por distintas etapas: en los años cincuenta fue uno de los más insignes acróbatas del cine de aventuras; en los años sesenta se rebeló como el más empecinado actor de culto; en los años setenta fue una baza segura para las producciones en las que participaba, y en los ochenta gozó de una madurez gloriosa. Asusta ver la impecable filmografía de un actor irrepetible, capaz de saltar encima de un caballo, pasar por un aristócrata italiano o columpiarse a 25 metros de altura. Lancaster no ha parado de sorprender a las distintas generaciones de cinéfilos que lo han ido conociendo a través de sus películas. Cuando en sus inicios fue catalogado como un actor de registro limitado, Lancaster dio cantidad y calidad, y supo callar las lenguas que le asignaban pocas armas para triunfar. 

FILMOGRAFIA

 ROBERT RYAN

Robert Ryan (n. Chicago; 11 de noviembre de 1909 - f. 11 de julio de 1973) fue un actor de cine norteamericano. De perfil muy característico con un granítico rostro estriado, fue una estrella en los años cuarenta y cincuenta, de filmografía si no extensa sí muy estimable.

Comenzó en el cine trabajando para la Paramount en algunas películas sin acreditar, pero su fama le llegaría con el malvado soldado de Encrucijada de Odios película dirigida por Edward Dmytryk en 1947. Por esta actuación recibió su única nominación al Óscar. De esta etapa destaca su interpretación en las películas Callejón sin salida, también de 1947, y dirigida por John Cronwell; Una mujer en la playa de Jean Renoir; Berlín Express (1948) dirigida por Jacques Tourneur; Atrapados (1949) de Max Ophuls y la película sobre el mundo del boxeo, Nadie puede vencerme (1949), dirigida por Robert Wise, en la que el actor rememora su época de boxeador, deporte que había practicado en la universidad.

Durante la década de los cincuenta trabaja nuevamente con importantes directores y así realiza con Nicholas Ray el drama bélico Infierno en las nubes (donde tendría un duelo interpretativo con John Wayne), La trampa, y La casa de las sombras; con Fritz Lang trabaja en Encuentro en la noche; con Anthony Mann trabajó en el western Colorado Jim/El precio de un hombre y en el drama bélico sobre la guerra de Corea titulado La colina de los diablos de acero (1957, título original Men in war); con Samuel Fuller trabajó en La casa de Bambú, e interpretaría a memorables malvados de nuevo en las películas Conspiración de silencio dirigida por John Sturges y en Los Implacables de Raoul Walsh.

En los sesenta y setenta su aparición en la pantalla grande se reduce, limitándose a aparecer solo en grandes producciones: así, fue un gran San Juan Bautista en la superproducción Rey de Reyes dirigida por su viejo conocido Nicholas Ray, trabajó también en la adaptación de la novela de Herman Melville Billy Budd, película que en España se tituló La fragata infernal, y que fue dirigida por el actor Peter Ustinov; en 1966, su interpretación en la magnífica película de Richard Brooks Los profesionales quedaría un tanto deslucida por las actuaciones de sus compañeros Burt Lancaster y Lee Marvin; más adelante, vuelve a significarse en su trabajo en la película de Sam Peckinpah, Grupo salvaje (1969). En esta década también destaca en su aparición en superproducciones bélicas, tales como El día más largo, La batalla de las Ardenas ó La Batalla de Anzio.

Antes de fallecer aparecería en la película En el nombre de la ley western realizado por Michael Winner, en la que una vez más dejaba una actuación destacable como recuerdo de su brillante carrera como actor.