Título original: ‘The Hanging Tree’.
Dirección: Delmer Daves.
Guión: Wendell Mayes y Halsted Welles, a partir de la novela de Dorothy M. Johnson.
Reparto: Gary Cooper, Maria Schell, Karl Malden, George C. Scott, Karl Swenson, Virginia Gregg, John Dierkes, King Donovan, Ben Piazza.
Duración: 107 minutos.
País: Estados Unidos.
‘El árbol del ahorcado’ fue uno de los últimos westerns protagonizado por Gary Cooper, que murió dos años después de su estreno. El director fue Delmer Daves, que repite aquí el estilo sutil que había empleado en la notable ‘El tren de las tres y diez’ pero con un punto más melodramático por la relación que se establece entre el protagonista y la forastera.
Gary Cooper, con su bendita parsimonia habitual, encarna a un doctor que se gana la vida siguiendo el rastro de los buscadores de oro del Oeste, a finales del siglo XIX. Cuando estos buscadores se establecen en unas tierras porque piensan que allí encontrarán oro a mansalva, el doctor hace lo propio y les atiende en su consulta a cambio de dinero. Un buen negocio, totalmente lícito… de no ser porque entre los pacientes corre el rumor de que el doctor cometió un crimen tiempo atrás.
Una mañana, unos bandidos asaltan la diligencia en la que viajan la suiza Elizabeth Mahler (Maria Schell) y su padre. La diligencia cae por un barranco, el padre muere y la joven Mahler queda muy malherida. Un grupo de vecinos la encuentra días después en un estado lamentable, con la piel quemada por el sol y completamente ciega.
El doctor se toma su recuperación como un reto personal y la cuida día y noche con la ayuda de un enfermero reclutado a la fuerza (Ben Piazza). Mientras tanto, en el pueblo crecen las suspicacias contra los métodos del doctor, que no deja que nadie vea a la paciente y que no duda en sacar el revólver cuando se siente amenazado.
La construcción de los personajes es uno de los puntos fuertes de ‘El árbol del ahorcado’, empezando por el del propio Gary Cooper, que consigue transmitir debilidad y fortaleza al mismo tiempo; es metódico, pero también tiene arranques de ira. Por eso es interesante, porque él mismo sabe cuál es el camino correcto en la vida pero no está seguro de ser capaz de aplacar sus instintos.
En cuanto a Maria Schell, su personaje también escapa del tópico de mujer postrada ante su salvador y su interpretación es notable. Menos acertado está un Ben Piazza que no sabe sacar partido de un rol que podría haber sido más decisivo.
Intimidatorio Malden
Pero si hay un personaje del que merece hablar largo y tendido, ese es el de Karl Malden, que encarna a un buscador de oro tan idiota como codicioso llamado Frenchy Plante. Y es que Frenchy tiene más recovecos de los que imaginamos: al principio puede parecer el típico bocazas inofensivo, pero luego se transforma en un hombre desequilibrado, violador en potencia, que se emborracha de pepitas de oro en su imaginación, pagando sus frustraciones con los más débiles.
Malden, que era un actor de raza, consigue que nos lo tomemos en serio –incluso que le temamos– a pesar del ridículo gorrito de castor que no se quita ni para dormir.
A Delmer Daves le falta un pelín de pulso para mantener la emoción en algunas escenas, y sobre todo para intercalar unos episodios con otros; sin embargo, desvela las cartas del guión con mucho tacto, poco a poco, cerrando todos los frentes que se van abriendo. Se luce menos en el plano estético que en ‘El tren de las tres diez’, pero a cambio nos regala una imagen final preciosa, adornada por la canción que da título a la película y que obtuvo una nominación al Oscar (se lo arrebató el tema principal de ‘Millonario de ilusiones’).
Dos detalles para acabar. El primero, que éste fue el film en el que debutó George C. Scott, que interpreta al único cómplice que el doctor tiene entre el pueblo. Y el segundo, que Karl Malden cogió el timón del rodaje unos días porque Daves se puso enfermo. Estaría bien saber, por simple curiosidad, qué escenas rodó un Malden que acababa de dirigir la única película en toda su carrera: ‘Labios sellados’ (1957)
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