DEATH OF A GUNFIGHTER (USA 1969) DURACION 96 min.
Director: Alan Smithee (Robett Tottem y Don Siegel)
Guión: Joseph Calvelli, basado en una novela de Lewis B. Patten.
Música: Oliver Nelson. Tema musical: Sweet Apple Wine, interpretado por Lena Horne.
Intérpretes: Richard Widmark, Lena Horne, Carroll O’Connor, David Opatoshu, Kent Smith, Jacqueline Scott, Morgan Woodward, Larry Gates, Dub Taylor, John Saxon, Darleen Carr, Michael McGreevey, Royal Dano, Jimmy Lydon, Kathleen Freeman.
Después de veinte años siendo sheriff manteniendo la ley y el orden en su ciudad, Frank Pateh (Richard Widmark), ve como los caciques de la zona quieren destituirle y poner en su lugar a un sheriff más manejable. Cuando Patch dispara al embriagado Luke Mills (James Lydon) en defensa propia, las fuerzas progresistas le quieren echar hasta el punto que el editor del periódico local Andrew Oxley (Kent Smith) ordena su dimisión. Patch no sólo rehusa dimitir, si no que desacredita a Oxley en presencia de su hijo Will (Mercer Harris) y Oxley acaba suicidándose. Will hace responsable a Patch de la muerte de su padre, pero éste permanece impasible, incluso cuando su viejo amigo Lou (John Saxon) llega a la ciudad para aconsejarle que se marche. Patch se niega a seguir el consejo y decide casarse con Claire (Lena Horne), la propietaria del saloon y del prostíbulo. Pero un huésped al que no se le había invitado asiste a la ceremonia : Will. Y Will lleva su pistola cargada.
Don Siegel (Harry el Sucio) recurrió al pseudónimo de Alan Smithee que concedía hasta no hace mucho el sindicato de directores de Hollywood (ahora es Thomas Lee). Éste aparecía en los títulos de crédito para apartar de una película a aquellos cineastas no conformes con el resultado de su obra por diferencias con el estudio de turno. Sin embargo, se trata de un intenso western con una atmósfera asfixiante y una extraordinaria interpretación de Richard Widmark. La escena del asesinato final del sheriff, acribillado a balazos por los honestos habitantes de la ciudad a la que representa, además de ser todo un símbolo, está plenamente lograda en su sobrecogedora brutalidad.
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