20.000 dólares por un cadáver
España
1969
Director: José María Zabalza
Reparto: Miguel de la Riva, Dyanik Zurakowska, José Truchado, Juan Cortés, Ricardo Costa, Ramón Lillo, José Marco, Guillermo Méndez, Enrique Navarro, Javier Rivera, Fernando Sánchez Polack
Guión: Jose Maria Zabalza
Fotografía: Leopoldo Villaseno
Música: Ana Satrova, Gianni Marchetti
Spaghetti western dirigido en 1969 por el inefable José María Zabalza, director al que algunos llaman el Ed Wood español y que en este subgénero quizás sería más apropiado compararlo, tanto por sus planteamientos como por los resultados obtenidos (en su caso incluso peores), con el director, productor y guionista italiano Demofilo Fidani.
En 1969 Zabalza, como en su día hiciese el maestro de la serie b estadounidense Roger Corman con su ciclo de películas basadas en relatos de Poe, se planteó realizar tres westerns (los otros dos son “Los rebeldes de Arizona” y “Plomo sobre Dallas) con un presupuesto ínfimo, en un plazo record (el tiempo total invertido en el rodaje para los tres films fue de 21 días) prácticamente al mismo tiempo y con, básicamente, el mismo equipo (director de fotografía, músico, etc), de tal forma que se pudieran utilizar las mismas cámaras, decorados, escenarios, atrezzo e incluso, al contar con los mismos actores, insertar distintos planos de una película en otra. El resultado, por lo menos en “20.000 dólares para un cadáver”, no puede estar más alejado del de las películas de Corman, puesto que lo que en éste es talento, riqueza visual y economía narrativa en Zabalza se convierte, para mí, en chapuza, nula puesta en escena y en un producto cutre que no llega a los mínimos exigibles.
La película, cuyo paupérrimo guión es obra del propio Zabalza, nos narra el infortunio de una pareja de granjeros a partir de que el marido acabe con un pistolero e intente cobrar la recompensa, los 20.000 dólares a los que alude el título, que ofrecían por él. Desde ese momento el resto de la banda, contratada para sabotear el ferrocarril, convertirá su vida en un sin vivir (incluso le queman el rancho), por lo que, en una decisión muy lógica para un individuo que nunca había disparado un arma, el esposo decidirá ponerse al mando del grupo que defiende la construcción de las vías férreas y enfrentarse a los bandidos, provocando un gran conflicto en su mujer, una pacifista que odia las armas, que incluso le amenaza con abandonarlo (pero tranquilos es sólo una amenaza que no queda en nada).
Si el guión, que cuenta con unos diálogos bochornosos, no hay por donde cogerlo, con situaciones ridículas como aquella en la que el protagonista se encuentra a su mujer atada, tumbada e inconsciente en el suelo y va el tipo y todavía le pregunta qué es lo que le pasa, la escena inicial en la que es la mujer quien se encuentra a su marido desmayado, pasa por delante de él sin hacerle caso y se pone a socorrer al bandido herido al que se había enfrentado su esposo, todo para en un momento determinado dar el golpe de efecto al confesar al forajido que es la mujer del granjero caído y ese es su rancho, o el tiroteo final ya que en plena refriega y materializándose de la nada la mujer del protagonista se planta en mitad de la calle, momento que el malo, lógicamente, aprovecha para raptarla y huir con ella; la dirección es precipitada, descuidada, deficiente respecto a la multitud de peleas y tiroteos en los que, incluso, no se distingue a los buenos de los malos y con un montaje realmente caótico, parece, en definitiva, obra de un torpe aficionado.
A ello hay que añadir una casi nula labor de ambientación (si no escuché mal quieren hacer pasar al pueblo, que cuenta con cinco o seis casuchas, por la ciudad de Tombstone) y una banda sonora, por llamarle algo, obra de la que creo era su mujer, Ana Satrova, de una bajísima calidad, bastante inapropiada (hay un tema que parece sacado de los concursos de Eurovisión y otro que da la sensación de estar interpretado por la típica charanga) y utilizada sin el más mínimo rigor cinematográfico.
En cuanto a los actores principales (Miguel de la Riva alias Michael Rivers, Dyanik Zurakowska y José Truchado) con independencia de su mayor o menor talento interpretativo, que en el caso de los hombres creo que era prácticamente nulo, se les ve totalmente perdidos ante la falta de una mínima labor de dirección.
El único aspecto positivo creo que es la duración de la película que apenas sobrepasa los ochenta minutos, aunque se me hizo tan larga como si hubiese durado tres horas.
En resumen un spaghetti, para mí, no apto ni tan siquiera para los más entusiastas de este subgénero, salvo que se quiera comprobar hasta que niveles de degradación se llegó. (TEXTO 800 SW)
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